V E I N T I C I N C O

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Wos;

Las jodas y la droga que consumía a diario por la partida de Lola estaban comenzando a formar parte de mi vida más seguidamente, ahora no sólo me drogaba en la noche, sino también en las tardes; Todo por sacarme su imagen y sus labios.

La culpa me hundía en el sillón, más de lo que querría y siento como la cabeza me pesa, además de que el dolor de la misma me explota en cincuenta pedazos.

Últimamente varias interrogantes me hacían querer morirme, porque estaba muy confundido y tanta confusión me mareaba, y cada vez aumentaban más mis ganas de fumarme un porro, darle una seca grande mientras mi nariz aspira una línea.

-¿Qué me hiciste?- Pregunté al viento. -¿Te quiero o es la culpa que me hace quererte? ¿Me queres?- Interrogué con la voz atenazando con soltar lágrimas por mis ojos.

Caminé descalzo por el frío piso de mi departamento, los vidrios rotos de las botellas de vodka me pinchan los pies pero el dolor ya no me importa. Llegué al segundo cajón de la cocina, saqué de ahí la cocaína, ese polvito blanco que me hacía olvidarla por un lapso corto de tiempo.

Lo miré y sonreí sin pensarlo. Hace mucho había dejado de consumir este tipo de droga, exactamente dos meses después de que Lola me haya dejado por descubrir mi apuesta, un año y pico después, volví a caer y por el mismo motivo. Lola.

Volví a hacer el camino que hice cuando me encaminé para buscar mi "ayuda", me senté en el sillón, específicamente al frente de la mesa del comedor. Hice dos rayitas, acomodándolas con la tarjeta que Lola me había hecho cuando cumplimos un mes de novios, en ella decía lo mucho que me quería y que tenía miedo de decirme que me amaba tan temprano, pero aún así lo hacía. Lloré al ver esa letra tan linda, tan delicada, tan ella.

Ella era la letra y yo el papel; arrugado, viejo y sucio. Ella me decoraba, pero de tan deteriorada que estaba, terminó por formar parte de mi desastre, convirtiéndose en una más en mi montón, pero no era una más de las chicas, era una más de mi basura, los dos lo éramos.

Miré las dos líneas blancas en la mesa baja de madera, esperando pasar por las paredes de mi nariz, y al instante hacerme alusionar, donde me ayudaban a pensar en un inalcanzable lugar junto a Lola.

Me acerqué con cautela hacia las dos rayas y sin detenerme a pensar más de dos segundos, aspiré sin temor, echándome para atrás y sólo esperar. Los ojos se me cerraban, pero sé que es porque lo mejor está por venir.

Las imágenes de Lola se están apoderando de mi mente e imaginación pero al segundo desaparecen. Sonreí a la nada, mientras imaginaba mil cosas y el mundo se movía a mis pasos.

Caminé hasta un rincón porque ahí estaba. Ahí estaba mi hermano, esperándome con una sonrisa, mientras que yo intentaba analizarlo. Estaba feliz, parecía estar mejor que antes, me alegraba por él, pero egoístamente quería que esté acá, conmigo y aconsejarme.

-¿Por qué te fuiste?- Pregunté con un hilo de voz.

Él desapareció, se mezcló en algo que no podía explicar con palabras, tomé algo que no entiendo qué es, y lo tiré contra su lado, esperando llamar su atención, pero nada funcionó.

Otra vez se había ido.

Me agaché en el piso y escondí mi cabeza entre mis manos.

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El sonido molesto de un celular me despierta, abro como puedo los ojos y todo da vueltas. Con dificultad y el ceño fruncido me levanto del piso, del rincón de mi departamento, mientras me dirijo a la mesa donde está mi celular sonando.

-Wos, ¿cuándo vas a venir al estudio?- Preguntó Pedro, mi manager mientras yo me froto la frente.

Rodé los ojos, me aclaré la garganta para soltar alguna palabra y no delatar mi situación de antes.

-Cuando pueda- Respondí con seriedad.

Escuché su tos y sabía que no me creía, lo hacía siempre que le mentía, y sin dudas, me había descubierto.

-Valentín vení ahora, ya- Exigió. -Tenes que grabar temas, y firmar para tu gira por Latino América

Rodé nuevamente los ojos, pero no me negué. Corté la llamada, me calcé y con dificultad me paré del sillón.

La cabeza me dolía todavía más con cada paso que daba, aún así caminé hasta la puerta, acomodando mi campera, mientras que daba vuelta las llaves para abrir y cerrar la puerta.

Las calles de Buenos Aires estaban frías, el viento de puro invierno me hacían hundirme en el cuello alto de mi campera. Mientras caminaba, el dolor aumentaba y mis pies llenos de vidrio gritaban de dolor.

-¡Hola! ¿Sos wos?- Preguntó una chica, asentí sin ganas y sin querer mirarla, no tenía ganas.

No escuché su respuesta y seguí caminando, pero unas manos me detenieron. Me paré en seco, acomodando mis puños a mis costados y mis postura era a la defensiva.

Me di vuelta y me encontré con una mina, algo me decía que era la misma de la pregunta, por lo tanto elevé una ceja esperando que me pidiera una foto.

-Pareces destruido, así que si queres olvidar un poco toda la mierda que seguramente estés pasando, hoy hay una joda, en casa cheta- Susurró la última parte y me guiñó un ojo, pasándome un papel.

Lo recibí y me di la vuelta dándole una sonrisa por encima del hombro, caminé despacio dirigiéndome al estudio y esta vez nadie me detuvo.

Mientras caminaba, la idea de ir me estaban convenciendo. Una joda, casa cheta -aunque no lo prefería- pero una joda no se rechaza.

Llamé a Dani sabiendo que su respuesta sería un si, y mis instintos no fallaron, él respondió lo que esperaba.

Esta noche me la daba en la pera.
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perdón si es una cagada, pero lo escribí estando mal

Storm ; WosWhere stories live. Discover now