Capítulo 46

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Un mensaje de texto titilo en mi celular, haciéndolo brillar levemente sobre la mesita de noche al lado de mi cama, suspire al deslizar mi dedo por la pantalla para ver lo que dice.

Papá

Hay un pedido para un carburador BING. Cuando despiertes escríbeme para empezar a trabajar en ello.

Mire la hora en que lo había enviado, definitivamente sufre de insomnio. Lo envió a las cuatro de la madrugada, seguramente todos los problemas lo mantienen en vela perpetua. Bostecé y le respondí con un «Voy a casa, en una hora». Me levanto para asearme, intentando mantener mi mente ocupada con mis pensamientos, mire el reloj que apenas marca las seis de la mañana. Suspire intentando no abrazarme a la almohada de nuevo para dormir, en cambio, me tome a la tarea de acomodar mi cabello y acomodar mi prótesis en mi extremidad para empezar el día con buen pie.

Note que también tengo un mensaje de buenos días por parte de Dalia, así que decidí responderle igual. Siendo sincero hablamos todos los días, pero ambos tardamos bastante en responder por nuestras ocupaciones. Aun así, la conversación fluye despacio, pero constante. Nada de qué preocuparse, entre otras cosas, Alonzo también me escribe de vez en cuando dándome los avances de la investigación para el caso de su lado de la investigación. Hasta ahora aún están leyendo archivo por archivo los datos de la madre de Eliza, buscando, aunque sea el más mínimo error en su tratamiento, pero hasta el momento no hay avistamiento de una prueba sólida de asesinato o un intento de ello. Aunque no pierden la esperanza, tampoco se ilusionan demasiado.

Mi padre permanece igual, desvelado hasta altas horas de la mañana junto con algunas personas de confianza leyendo estados de cuenta y discordancia fiscales. Incluyendo la declaración de impuesto y cualquier cosa que involucre unos sentimos de dinero. Sin embargo, ese tema también avanza con lentitud.

Lo otro que me mantiene algo inquieto es la tesis de Dalia, parece demasiado preocupada por eso. Tanto que llego a pensar que en cualquier momento se arrancara esa maraña de cabellos entre rojizos y achocolatados por mero estrés. Con esa conversación que tuvimos hace unas semanas, note que me enamore de ella, por lo que hay más allá de las apariencias. Aunque también amo su apariencia, se ve hermosa tanto arreglada como alborotada, pero, aun así, es tranquilizante observarle solo por maña. A veces pone cara de «estoy pensado, necesito que el universo haga silencio» o simplemente se queda mirando al vacío durante unos largos minutos. Creando silencios para nada incómodos, dentro de mí soy consciente de que tener una buena relación es en parte aceptar que la otra persona, a pesar de parecer perfecta, no lo es. Porque nadie lo es y en este punto entiendo cuanto la quiero y cuanto ella me quiere a mí, porque no esperamos que el otro sea perfecto.

Sabemos cómo ser pacientes y abrazar despacio hasta entendernos, que si en algún momento esa chispa de discordia cae entre nosotros, sabremos cómo resolverlo sin culpar al otro, y eso solo lo lograremos escuchándonos. No negándole al otro su comportamiento, ni quitándole su derecho de expresar sus sentimientos desde su punto de vista, después de todo, todos tenemos nuestra propia forma de sobrellevar los sentimientos.

Nuestra relación crece despacio, pero lo hace y con el crecimiento sé que vendrán momentos complicados, pero de seguro encontraremos juntos una solución, ella me ha enseñado muchas cosas que ya estaban en mí, aunque las ignoraba. No sé si yo he logrado ese mismo efecto en ella, pero si de algo estoy seguro, es que estar a su lado me hace bien.

Cuando al fin estuve bien arreglado y aseado me aventuré a la calle, esperando tener un día calmado. Aunque sé que difícilmente lo tendré, no está de más desearlo, no tarde mucho en llegar al hogar de mis padres, ni tampoco en entrar para encontrar a mi mamá observando con mucho cuidado la licuadora mientras intenta encenderla.

Una tragedia nombrada vida │ST 1│Waar verhalen tot leven komen. Ontdek het nu