Capítulo 7

746 72 14
                                    

—Vamos, tú puedes —aseguro Bastian.

Estoy intentando mantenerme en pie.

—No... Poder... —gruñí cuando por quinta vez consecutiva volví a caer sentado.

—No te rindas, Anne no va a estar toda la vida empujando la silla de ruedas. Debes levantarte, tienes que hacerles ejercicio a tus piernas, llevas mucho tiempo sin caminar y estás perdiendo masa muscular —Hizo un pequeño silencio antes de corregirse—; a la pierna que te queda.

—Imbécil — murmuré intentando nuevamente levantarme de la silla de ruedas y por sexta vez caer sentado.

Puse mi mano sobre mi rostro y bufé frustrado.

Hace unas horas mi madre seguía por aquí, pero al fin se fue a dormir a casa. Anne está atendiendo una emergencia en el hospital y Ricardo pasando consulta. Me han dejado solo con Bastian.

Sonreí de lado cuando miré a una pequeña niña intentando atrapar una pelota. Por lo que sé, ella estuvo en coma por algunos meses por maltrato infantil, la madre le golpeo tan fuerte y tantas veces contra una mesa, que casi muere. Y todo porque la niña no es capaz de leer correctamente por tener dislexia, ese fue suficiente motivo para golpearla hasta sangrar. De milagro sigue viva, pero con algunas secuelas, como no poder coordinar bien los movimientos de sus brazos. El estado se hace cargo de su cuidado y cuando esté mejor, será integrada en el programa de adopción. Rosa, así le llaman todos por aquí. Tiene apenas seis años.

De repente, la pequeña pelota azul con la que practica, chocó contra una de las ruedas de mi silla y ella, con pasos torpes, se movió en mi dirección. Sus cabellos, con rizos abundantes, piel oscura y enormes ojos marrones, la hacen ver como una muñeca de porcelana. Exceptuando por algunas cicatrices en la frente, que señalan que alguien quebró la porcelana de la que se encuentra hecha.

—¿Dónde está tu otra pierna? —pregunto de repente luego de tomar la pelota—. ¿Y tu brazo? —Giro la cabeza de lado intentando buscarlo.

—Comió... Bestia —respondí sin saber que más decir.

—¿Bestia? ¿Un dragón? —cuestionó con sus grandes ojos llenos de ilusión.

—Sí.

Y aplasto mi moto también.

—¿Eres un caballero? —pregunto con ternura.

¿Qué le digo? Tengo todo menos el porte de un caballero, tal vez un cobarde que correría por su vida, sí.

—No —respondí.

Ella inclinó su cabeza hacia el otro lado.

—Solo te falta una armadura —dijo con emoción, justo en ese momento su terapeuta la llamo y ella intentó correr para seguir practicando a las atrapadas.

Mire a Bastian en medio de un suspiro y este sonrío con burla.

—Solo te hace falta una armadura para ser un caballero Carter. ¿Qué esperas para enfrentarte al dragón? ¡Corre a salvar a tu dulcinea! —canturreo entre risas.

Yo solo me limité a mirarlo con seriedad.

—Imbécil... Terrible... Infancia —pronuncié intentando mantener las palabras lo más ordenado que me es posible.

—Tiene una vida dura. En eso tienes razón, pero te aseguro que va a superarlo. Si fuese igual de frágil por dentro que como se ve por fuera, no estaría allí parada enfrentando sus problemas —dijo él sacando un par de barras de chocolate de su bolsa de entrenamiento.

Me tiro una a la silla y la tome, la mire unos segundos. Siento que tengo un cubo de Rubik en la mano. ¿Cómo la abro? La acerco a mi boca y rompo un pedazo de la parte superior, luego con la misma mano intente sacarle del empaque llenando toda mi mano de chocolate.

Una tragedia nombrada vida │ST 1│Where stories live. Discover now