Capítulo 35

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Mi padre se quedó parado al lado de la puerta, creando tensión entre nosotros, mi madre se asomó a ver qué sucede al notar que mi padre no se mueve, él ni siquiera es capaz de soltar el pomo de la puerta. Solo se quedó estático mirándome como si viese a un fantasma, mi madre le dio un pequeño empujón haciéndolo espabilar y dar un paso al frente, su traje está algo alborotado y mal puesto, su cabello revuelto. Su rostro está lleno de magulladuras y rasguños.

¿Qué le paso?

—Yo... —Dalia carraspeo atrayendo la mirada de mis padres—. Creo que mejor me voy —Me miro apenada, se acercó a darme un abrazo—. Suerte —susurro en mi oído.

Dio un leve beso en mi mejilla y luego se giró a ver a mis padres.

—Conozco la salida —aseguro ella.

Mis padres están en silencio, murmure una maldición al ver sus ojos clavados en mí.

—Hasta luego —Se despidió Dalia.

Mi padre frunció el ceño, seguramente intentando ubicar su rostro de algún lugar. Mi madre le regalo una sonrisa; Dalia camino con pasos ligeros por el lugar sosteniendo sus tacones en una mano, hasta que escuchamos la puerta principal ser abierta y cerrada, dejándonos solo a nosotros para enfrentar la realidad.

—¿Quién es ella? —escuche como mi padre murmuro cerca del oído de mi madre.

—¿Por qué no se lo preguntas a tu hijo? —Me señalo con la mirada, acercándose para sentarse al frente de mí, recogiendo el ruedo de su vestido de seda rojo.

—Yo... —balbuceo mi padre.

Lo dudo durante unos segundos pasando su mirada de mí a mi madre, tomo el pomo de la puerta y por un segundo pensé que huiría, pero, en cambio, le dio un leve empujón para cerrarla y luego tomar asiento al lado de mi madre.

—Lo siento.

—Sí, yo también sentí bastante el golpe del auto —murmuré sarcástico al ver sus acaramelados ojos—. ¿Es lo mejor que tienes para decir?

—¡¿Qué quieres que diga?! —exclamo mi padre con reproche recibiendo un empujón de escarmiento por parte de mi madre—. Entonces...

—No lo sé... ¿Qué tal si empezamos por el hecho de que mi ex me tiene un lugar reservado en el infierno? O ¿Por qué no me visitaste ni una sola vez cuando estaba en recuperación? —inquirí intentando controlar el cólera—. ¡Mejor! ¿Por qué golpeaste a mamá? ¿Por qué amenazaste a cada reportero con demanda sabiendo que la mayoría de ellos pueden hacer pactos con el diablo por tener un buen reportaje? Sabes... Sin importar cuanto te enojes con ellos, no vas a gastar miles de euros y arruinar a la compañía solo por intentar meterles una demanda a cada uno. Nuestras vidas están en la pantalla de algún celular, como la comidilla de personas que no tienen una vida propia y les gusta andar oliéndoles la mierda a los desafortunados que son víctimas de sus chismes y calumnias.

—¡Carter! —exclamo mi madre—. Cuida tu lengua —exigió tajante.

Algo que mi madre odia más que nada en la vida es escucharme a mi decir palabrotas.

—Elena... Déjalo —Mi padre poso una de sus manos sobre el hombro de mi madre.

Al estar ya en sus cincuenta, las canas se le asoman por todas partes y sus ojos marrones delatan el paso del tiempo en ellos.

—¿Quieres que te diga la verdad? —cuestiono.

Yo asentí.

—Eliza no te tiene un lugar reservado en el infierno, tal vez a los demás sí. Ella solo quería ser tu amiga, pero su padre pensó que lo mejor era que ambos se casaran y así cuando llegara el momento ambos serían los cabecillas de la empresa —suspiro.

Una tragedia nombrada vida │ST 1│Where stories live. Discover now