Capítulo 19

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Todo está en silencio, y el sol apenas se cuela entre las cortinas.

¿Luz solar?

—¡Maldición, ya salió el sol! —Alborote mi cabello—. ¡Despierta! ¡Vamos tarde! ¡Hay examen! —Me saqué el pijama mientras sacudo el hombro Amelia—. ¡Reprobaremos!

Me tropecé con el ruedo del pantalón de pijama y caí. Ella bostezó y me miro con los ojos entre cerrados. Luego miro al reloj digital y sus ojos se abrieron de par en par para empezar a quejarse entre señas.

¡No pusimos la alarma! —Movió sus manos una y otra vez, repitiendo lo mismo.

—¡Si no me lo dices, no me doy cuenta! —exclame alcanzado una camiseta y un par de zapatillas deportivas—. ¡Es el último examen antes de las vacaciones! ¡Mierda!

Aunque nosotras aún tendremos que hacer pasantías para recuperar el tiempo perdido y seguramente cursar clases durante las vacaciones para nivelarnos a la población general.

¿Cepillaste tus dientes? —cuestiono Amelia haciendo una mueca.

Puse mi mano sobre la boca y exhalé.

Joder...

—A eso voy —murmuré—. Estoy hecha un lío.

Corrí al baño, para cepillar mis dientes con apuro, al verme al espejo noto mis cabellos despeinados, mi solución más rápida es una cola de caballo. Regrese a la habitación, tome un pantalón deportivo y una chamarra ancha. Amelia pasó con la misma rapidez que yo al baño.

Anubis se lanzó sobre mi pecho y empezó a mover la cola para que le dé comer, me apresure a cumplir con mi tarea de alimentarlo. Tome mis libros y un lapicero para ponerlo dentro de mi mochila. Amelia hizo lo mismo mientras intenta retener un bostezo con su mano.

Hemos estudiado hasta muy tarde y se nos olvidó poner la alarma, aparte de que si tomamos el metro se nos hará demasiado lento el trayecto, así que tomamos el viejo auto de Amelia. Es raro que lo saquemos del estacionamiento, ya que una vez nos dejó varadas en medio de la nada. Pero una emergencia, es una emergencia.

—¿Trajiste tu libreta de notas? —cuestione mirando de reojo a Amelia mientras detiene el auto en un semáforo en rojo.

Su frente chocó contra el volante y negó lentamente, siempre se le olvida cuando salimos apuradas.

Ya me las arreglaré para conversar con los profesores —gruño, para luego regresar sus manos al volante y dar marcha.

—Veremos que se nos ocurre en el camino —balbucee.

Ella suspira intentando mantener la calma al conducir.

Hoy nos toca un examen con demasiada teoría y solo de pensarlo duele la cabeza, pero está bien. Al entrar al estacionamiento de la universidad nos dimos cuenta de que no hay puestos vacíos, excepto uno que está trágicamente prohibido usar y que no tendremos de otra que usarlo. El puesto del rector Esperanza, moriremos lentamente por los nervios, pero valdrá la pena.

—Estaciona allí, el rector debe llegar luego del primer bloque, tendremos tiempo para moverlo, luego —afirme.

Ella me miró con desconfianza para luego asentir y estacionar con rapidez la pequeña chatarra.

Tomamos nuestras cosas con prisa y empezamos a correr hacia el aula de clases. Si no nos dejan entrar, perderemos un treinta por ciento de la matrícula y no habrá forma de recuperarlo. Por suerte, el profesor se encuentra en la puerta, con una sonrisa en el rostro de medio lado, mientras observa el reloj de pared que indica que faltan solo dos minutos para cerrar la puerta.

Una tragedia nombrada vida │ST 1│Where stories live. Discover now