Capítulo 2

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—¡Dalia!

Mi estresiómetro se encuentra a punto de reventar, ya que voy media hora tarde a la universidad y la alarma del celular me traiciono. Para colmo, me persigue la dueña del edificio, una chica no mucho mayor que yo.

—¿Qué quieres Eliza? —bufe exasperada cuando se cruzó en medio de la acera—. Voy tarde y no tengo tiempo —dije intentando apartarla.

—Escúchame —pidió en un tono exigente, colocando un mechón de su largo y liso cabello negro, detrás de su oreja.

—Tienes cinco minutos para hablar.

—Necesito que le digas a Amelia, que mi padre quiere hablar con el suyo, que no le conteste sus llamadas.

La miré un tanto intrigada, ya que su tono sonó algo tembloroso, pero decidí aceptar el recado. Las diferencias empresariales y sus jugarretas no son mi problema.

—Paso el dato, no hay problema —dije pasando, por un lado.

Ella me miró atenta, pero sin mostrar emoción alguna.

—No olvides decirle —insistió clavando con seriedad sus ojos oscuros en mí.

Asentí siguiendo mi camino.

Eliza es la hija de Ismael Cerval; socio de una de las inmobiliarias más importantes de España. Amelia es nada más ni nada menos que una de mis mejores amigas. Ambas se encuentran relacionadas por el trabajo de sus padres; de otra forma, creo que jamás hubiesen llegado a verse o siquiera a hablarse.

Mire la hora en el celular, no llegaré para la primera clase, así que no tengo de otra que entrar a la segunda. La rectora me quitará mi beca por llegar tarde tantas veces en una misma semana. ¿Cómo pude dejar que se me pasara la hora? Ni siquiera tuve tiempo de desayunar. Y ahora que lo recuerdo, también he olvidado alimentar a Anubis, mi perro. Choque la palma de mi mano contra mi cara. ¿Qué falta? ¿Olvidarme la llave del agua abierta?

No la deje abierta. ¿O sí?... Creo que voy a pensar en ello todo el día.

Luego de tomar un bus para intentar llegar más rápido a la universidad, baje en la cuadra más cercana de mi ruta y acomode el bolso sobre mis hombros, acelerando mi paso entre las personas.

—¡Quítate del camino! —grito alguien cuando cruce la calle.

¿Me lo dijo a mí?

Gire mi rostro a la derecha. No vi nada fuera de lo ordinario.

Mire hacia donde el señor a punto y un hombre en una motocicleta está a segundos de ser impactado por un coche. Mi respiración se detuvo cuando su cuerpo salió volando por los aires como un simple muñeco de trapo. Corrí por instinto, pero no me aleje. Si no que fui hasta él, todos alrededor gritaron exclamaciones de horror y sorpresa. El coche terminó estampado contra una tienda y el pobre hombre tirado de bruces en la acera, me arrodillé a su lado y sostuve una de sus manos.

Tiene pulso. De repente, el conductor del coche salió de entre los escombros, sosteniendo su cabeza ensangrentada y tambaleándose, observando el cuerpo del motociclista con pánico.

—¡Llamen a la ambulancia! —grité rápidamente mientras a todos parecían temblarles las manos al agarrar los celulares—. ¡Está vivo, apresúrense!

Algunas personas tuvieron que sostener al otro hombre, que temblaba de nervios mientras gritaba que no había sido su intención arrollarlo, que no deseaba matarlo. Sus gritos aumentaron el nerviosismo de la muchedumbre, al creer muerto al que reposa inerte justo a mi lado. El hombre alterado salió corriendo, tal parece que intenta huir de la escena.

Una tragedia nombrada vida │ST 1│Where stories live. Discover now