Capítulo 51.1

220 18 0
                                    

Dalia empezó a besarme con algo de rudeza para que deje de hablar, sus caderas se mesen contra mi pene que está apretado debajo de esta estúpida tela. Puse una mano sobre sus caderas para presionarla aún más contra mí, la quiero toda, quiero estar dentro de ella y sentir como me aprieta.

—No tengo condones —confesé suspirando al sentirla tan cerca de mí.

—No importa, sabes que tengo implante.

Pensé que le gustaría estar aún más cuidada, todo puede fallar, pero hacerlo al pelo solo hace que me excite más.

Le voy a dar todo lo que quiera de mí.

Dalia dio un pequeño gemido cuando por fin quite su sostén de encaje y pose mi mano sobre uno de sus pezones.

Su rostro se sonrojó un poco al ver como la miro fijamente mientras ella se mese sobre mí. No puedo sacarle la mirada de encima, es hermosa, y hace esas caras lascivas, intentando mantener el control sobre mí. Si sigue así, voy a destrozar su ropa para a hacer de ella un desastre, mientras está debajo de mí.

Ella suspiró cuando puse mi dedo sobre sus bragas presionando contra su clítoris.

—Tengo curiosidad de saber si también eres pelirroja aquí —comente.

Ella hizo pucheros, algo avergonzada, presione en círculos y con suavidad sobre ella para que mientras se mese contra mí, pueda sentirme no solo contra su entrada, sino también sobre su clítoris. No puedo evitar sonreír cada vez que un suspiro sale de su boca, necesito desesperadamente que esté desnuda y yo también quedarme desnudo.

Deslice mi mano debajo de su braga, ella detuvo sus caderas al sentirme deslizar mis dedos sobre su clítoris y sus labios, llevando su humedad a todas partes, para poder deslizar mis dedos sobre ella mejor, me miro con la boca un poco entre abierta, de repente se levantó sobre mí separando mi mano de ella. Ella simplemente desliza sus bragas fuera de su cuerpo, sonreí. Sí, definitivamente, es pelirroja y pecosa en las partes que solo yo veo ahora, con sus senos redondeados que entran perfectos en mi mano y sus pezones del color de sus labios, todo cubierto de pecas, sus muslos regordetes y nalgas redondeadas solo me hace querer darle una nalgada.

—Quítatelo —ordeno viendo mi bóxer.

—Como ordenes —sonreí sacándome la tela que me estorbaba.

La tomo por el muslo y por la presión se arrodilló a horcajadas sobre mí, la acerqué un poco más a mí para empezar a besar sus muslos, viendo como la humedad en su centro está tentada a empezar a escurrirse por sus piernas. Sonreí al notar lo mucho que se moja, aunque apenas estemos empezando. Casi logro pasar mi lengua para saborear un poco de esa humedad, si no hubiese sido por la mano que se interpuso en mi camino.

—¿Qué pasa? —cuestione curioso al verla algo temblorosa sobre mí.

—Me da vergüenza —murmuro en un suspiro, al sentir mis dedos jugueteando con su clítoris y masajeando todo alrededor.

—A mí también —aseguré con una sonrisa, antes de empezar a devorar sus labios y relamer su clítoris.

Sonreí traviesamente cuando sus labios temblaron al sentir como introduje uno de mis dedos dentro de ella sin avisar, es solo que la puedo ver de tan cerca y verla morderse los labios mientras la devoro no es suficiente. Quiero ver más expresiones, más de ella hasta que no pueda más. Y toda esa humedad hizo que mi dedo se hundiera en ella fácilmente, moviéndolo con suavidad para estirarla. Cuando la sentí más floja introduje el segundo, ella dio un gemido por lo bajo y coloco sus manos sobre mi cabello. Amo, sentir que está a punto de sentarse sobre mi cara, sus expresiones me hacen querer ahogarme en ella. Observe sus pechos y desee tener mi otra mano funcional, al menos así, podría masajearlos.

Una tragedia nombrada vida │ST 1│Donde viven las historias. Descúbrelo ahora