Capítulo 4

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Mi cabeza es un remolino de dolor en este momento, mi garganta quema y mis ojos se sienten pesados.

Todo el cuerpo me duele.

No sé dónde estoy...

Intenté abrir mis parpados, despacio, pero la incomodidad en mis ojos me obligó a cerrarlos nuevamente por la molestia que me causo, así que intente abrirlos lo más lento posible; note algo en mi garganta. Gire mi rostro despacio y al fin el sonido entro a mis oídos. El chillido de las máquinas se hizo notar con un escandaloso eco. La habitación blanca está completamente desolada, me removí entre las sábanas y sentí algo diferente en mi cuerpo, con desespero me destapé y vi mi cuerpo mutilado, mi pierna izquierda falta. La cortaron un poco más arriba de mi rodilla y mi brazo izquierdo lo cortaron tan arriba, que parece un simple bulto donde hubo antes una extremidad funcional.

El nudo en mi garganta creció y sentí como si me asfixiara, mi pecho empezó a doler y las lágrimas bajaron descontroladas por mi rostro. Me senté como pude en la cama y me pregunte como termine en este lugar y porque no hay nadie a mi lado. El tubo en mi garganta hizo que cada intento por gritar y cada sollozo que salió de mi boca fuese doloroso, sentí la ausencia de mis extremidades como una maldición.

Los pitidos de la máquina a la cual estoy conectado, con ventosas al cuerpo, comenzaron a aumentar de forma arrítmica. Una diminuta luz de alerta se encendió en una esquina de esta y escuché pasos corriendo por el pasillo junto a algunos murmullos, pero lo que escucho con más claridad son los gritos que doy en mi mente, por qué esto sea una simple pesadilla.

Tres enfermeras entraron con un leve sonrojo y sudor en el rostro, que relacione con las personas que corrían por el pasillo. Una de ellas se apresuró a hacerle algunos ajustes a la máquina, la otra reviso que todo en mí estuviese bien y la tercera de ellas inyecto algo en el suero que permanece conectado a mi brazo por una aguja.

La puerta se abrió nuevamente y mi madre entro por esta junto a un hombre de al menos unos cuarenta y tantos, con una bata blanca y una tabla de madera en su mano. Ambos se encuentran tan alarmados como las enfermeras, mi madre rompió en llanto apresurándose a abrazarme. Yo sin poder evitarlo empecé a sollozar sin control alguno sobre su pecho.

—Retírense, por favor. Yo me encargo —aseguro el doctor.

Las tres enfermeras salieron con calma del lugar, al voltear a ver la puerta cerrarse pude notar que alguien se encuentra escondido a un lado de esta. Está sentado en el suelo y esconde su cabeza entre sus rodillas como si llorara, cuando la puerta finalmente se cerró, su imagen se perdió.

—Señora; por favor, dele espacio a su hijo. Voy a retirarle el tubo respiratorio —dijo el doctor acercándose a mí.

Antes de cualquier otra cosa, reviso mis signos vitales y mi cabeza en busca de alguna anomalía o eso creo.

—Luego de que te lo remueva va a arder, así que voy a pedirle a tu madre que traiga un vaso de agua para ti —comento él con calma.

Mi madre asintió de acuerdo.

—Relájate.

Fue más una orden que una petición por parte del doctor.

Con mucho cuidado fue retirando el tubo de mi garganta, sentí que algo me desgarro ligeramente y cuando finalmente termino, mi boca se sintió totalmente seca. Mi madre me pasó el vaso de agua, que tomé lo más rápido que pude y luego tosí un poco para calmar el escozor en mi garganta.

—Bien. ¿Puedes decirnos que recuerdas? —cuestiono el doctor mirándome dubitativo.

—No... Él, para olvidar... —Mi boca pareció tener control propio de sus acciones.

Una tragedia nombrada vida │ST 1│Where stories live. Discover now