Capítulo L

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   La serie había terminado hacía un par de días, y Paul y yo no podíamos estar más emocionados y felices por eso.

   Los preparativos para el viaje seguían en pie. Y si nada fallaba o algo retrasaba, al día siguiente estaríamos disfrutando del sol de Hawái.

   —¡Oh, apúrate, John! —Paul se alistó con una camiseta verde menta, zapatos y pantalón gris plomo. Se quitó el cinturón de seguridad y procedió abrir el vehículo—. ¿Qué buscas?

   —Mi móvil —gruñí, tocando los bolsillos de mi pantalón negro. Suspiré aliviado cuando lo hallé—. Agh, creí que lo había extraviado.

   Acomodé mi camiseta naranja, con un cómico estampado de la fruta, y nos apresuramos a salir. Por suerte los edificios de Apple estaban vacíos, pues la prensa y las chicas estaban muy concentradas viendo los bloopers una y otra y otra vez.

   Me reí cuando llegamos a la oficina de Martin. Este estaba sentado frente a su escritorio, vestido con un traje elegante —al igual que Mal— y con una mascarilla verde que Evans le estaba aplicando en su rostro de una manera muy suave.

   —¿Y eso? —le pregunté, mientras nos sentábamos al frente—. ¿Esto ahora es un spa?

   —La esposa de Mal dice que es buena para la piel reseca. Y tanto estrés tiene mi piel seca.

   —¿Para qué nos llamaban? —Paul se mordió la uña de su dedo medio—. Que sea rápido. Esta misma tarde partimos a Hawái.

   —Oh, ¿de verdad? Genial. Me traen algo de allá.

   —A mí también —Mal dejó el bowl de mascarilla sobre el escritorio, y limpió sus manos con una toallita húmeda.

   —Puedo traerte dos cocos. Ya sabes, para que te los pongas en los senos, te vistas de mujer y hagas una serie alternativa de 'Girl or Boy?' pero con Martin.

   Todos nos reímos a carcajadas, y Martin tuvo que ingeniárselas para no arruinar la mascarilla.

   —Bueno, a lo que vamos —nos dijo, mirándonos con aquellos ojos azules que resaltaban del rostro verde—. Tengo una propuesta para ustedes.

   Paul y yo intercambiamos miradas rápidas.

   —¿Serie?

   Asintió, al tiempo que nos extendía dos contratos para cada uno.

   —Comienza en dos meses. Es una serie gay y trata de sirenas y tritones. ¿Qué tal?

   Nos miramos de manera sorpresiva.

   —Gran parte será grabada debajo del agua —siguió diciendo—. Vamos, ¿qué dicen?

   —Te gustó hacer películas gay, ¿no, Mal?

   Carcajeó.

   —En realidad no las escribo yo. Es una chica con una mente perversa que siempre genera de estas cosas para yo producirlas, para que Mal las dirija y para que ustedes las protagonicen. Entonces, ¿qué dicen? ¿Aceptan?

   —¿Dónde será grabada? —Paul formuló su pregunta, mientras sus ojitos recorrían el contrato—. ¿En Blackpool?

   —Sí.

   —Mmh, me gusta —encogió sus hombros y plasmó su firma—. Acepto.

   —¿Y tú, John?

   Hice una mueca.

   —No dejaré que Paul haga esto alguien más —le arrebaté el bolígrafo, y firmé—. Así que no tengo opción.

   —¡Estupendo! —Martin se alegró—. ¡Oh, gracias, chicos! ¿¡Les he dicho que los amo!? ¿¡No!? ¡Bueno, los amo muchísimo!

   Mal se rió, mientras se dedicaba a limpiar sus lentes.

   —Bueno, chicos —se los colocó—. Por lo pronto vayan a disfrutar de sus vacaciones. Todavía nos queda mucho por grabar.

***

   Honolulu era estupendo. La isla. Las personas. Los turistas. El paisaje. Todo era el complemento ideal para unas buenas y merecidas vacaciones.

   Habíamos llegado hacía un par de horas, y no había nada más bonito que tener la oportunidad de apreciar el atardecer en el mar.

   —Johnny, saluda a la cámara.

   Antes que pudiera girar mi rostro, Paul ya había capturado la foto para subirla a Instagram. Obviamente salí borroso y patético, y obviamente él la subió.

   Pero estaba muy contento como para ponerme a discutir por semejante tontería. La arena caliente acariciaba mis pies con cada pisada y el sonido de las olas, mezclado con la música tropical en vivo y la habladuría de la gente le daban el toque ideal.

   —Esto es hermoso —suspiré, en medio de una sonrisa. Ya casi anochecía, y yo tenía hambre—. ¿Comemos?

   —Te iba a decir lo mismo —guardó el móvil en su bermuda azul—. ¿Qué tal ese de allá? —con su boca señaló un pequeño local que tenía puestos a la intemperie—. La comida se ve deliciosa desde aquí.

   Él me miró esperando mi respuesta. A decir verdad no quería dársela. Sólo quería darle un beso en los labios. No le di más vueltas al asunto y lo hice: estampé mis labios sobre los suyos.

   Sonrió cuando nos separamos.

   —¿Y eso?

   —Mmh, porque sí —dije—. ¿Algún problema?

   —No —negó con la cabeza. Sus mejillas estaban rosadas, y no precisamente por el escaso sol que había tomado—. Me gusta que lo hagas.

   —Dame tú uno.

   Paul se acercó un poco más a mí, y no pasó mucho tiempo para que me besara. El beso duró un poquito más que el anterior.

   —Vamos a comer —dijo—. Tengo hambre, Escuché decir que la ensalada de atún es lo más delicioso de ahí. ¡Y quiero probarla!

   —Ensalada de atún... Mmh, suena bien, y...

   Un chillido femenino nos interrumpió:

   —¡Oh, Dios mío! ¡Son John Lennon y Paul McCartney! ¡Los de la serie!

   Nos miramos a los ojos cuando las personas comenzaron a alborotarse y a vernos. Habíamos llevado lentes de sol precisamente para eso, pero al parecer no había funcionado del todo.

   Queríamos privacidad, estar lejos de cámaras y fans y eso, al parecer, era lo menos que íbamos a tener en Hawái.

   —¿Y ahora qué hacemos, Johnny?

   —Corre.

   —¡El último que llegue al hotel es bottom!

   —¡Agh, siempre serás bottom!

Fin

Kisses on the Bottom ➳ McLennonWhere stories live. Discover now