Capítulo IX

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   —... John..., ¡John, tu línea! ¡He dicho 'corte' más de mil veces!

   Di un brinco e inmediatamente sacudí mi cabeza para intentar esparcir ese tipo de pensamientos. Miré a Paul, y este estaba con un rubor extenso en las mejillas; además, también estaba algo incómodo por mi forma de actuar.

   —Lo lamento —carraspeé—. Es que recordé que... que debía llamar a... a Cyn. Sí, eso. P-Pero no importa, lo hago después.

   —Ah, bueno —Mal encogió los hombros—. Eh, Paul, puedes volver a tu posición.

   El mencionado asintió, se dio la vuelta y se escabulló por el pasillo. En ese momento aproveché para tomar aire e intentar bajar la extraña erección que Paul me había causado.

   —¡Acción!

   Paul volvió a salir de forma avergonzada del pasillo. Di un sorbo del líquido que había en el vaso, y acto seguido recorrí su cuerpo con mi mirada.

   —Pareces puta.

   —Tú pareces idiota y no me estoy quejando.

   Me sonreí. Dejé el vaso de vidrio en la mesita frente al sofá, y me levanté para ir hasta donde él. Una cámara logró hacer trávelin, mientras que la otra estaba al lado de nosotros, y una en el suelo enfocando hacia arriba para dar otra vista.

   Lo tomé de la cintura con delicadeza, y le di la vuelta. Miré su trasero pálido cubierto mayormente por la lencería roja, y esbocé otra sonrisa pícara.

   —Qué grandes son. Pareces mujer.

   —¿Ya? —titubeó—. ¿Me lo puedo quitar?

   —No tan rápido, puta. Espérate.

   —Me siento incómodo...

   Volví a mirar su cuerpo casi desnudo de pies a cabeza, entonces me lamí los labios y dije—: Mejor que una mujer.

   —¿Qué dijiste? —inquirió con las cejas alzadas.

   —Que te ves más puta de lo normal.

   Tomé su cintura, lo encaminé hasta el sofá, y al sentarme, hice que él hiciera lo mismo pero en mis piernas. Apegué mi pectoral a su pecho, al tiempo que envolvía su cintura con mis manos y repartía besos.

   —Demuéstrame por qué ese idiota está tan loco por ti...

   Inmediatamente se levantó, pero lo jalé por su antebrazo e hice que volviera a sentar, esa vez de frente. Apreté su trasero y gruñí. Una de las cámaras yacía frente a nosotros, y filmó una escena de la que Mal y Martin estarían orgullosos.

   —No entiendo —me dijo. Trató de zafarse, pero de nuevo se lo impedí—. Según tú te doy asco y no te gustan los hombres... ¿¡entonces para qué actúas así!?

   —Para mí tú eres mujer.

   —¡Pero no lo soy! —bramó—. ¡Ya suéltame!

   —Ese color rojo te asienta de maravilla. ¿Te gustó mi regalo, puta? Agradece porque eres a la única puta que le regalo cosas.

   —¡Auxilio, me quieren violar! ¡Qué alguien me ayude!

   Llevé la palma de mi mano a su boca e hice presión, para así poder callar sus protestas.

   —¿Quieres que Adam te vea así? ¿Y estando conmigo? No creo...

   —Suéltame —dijo, cuando aparté mi mano.

Kisses on the Bottom ➳ McLennonWhere stories live. Discover now