Capítulo XXXVI

1.8K 248 1.1K
                                    

   Paul maldijo en murmullos y me lanzó una mirada como si me quisiera matar en ese preciso momento. Por otro lado, yo metí las manos a los bolsillos del pantalón de pijama y no lo miré.

   —¿Cómo es que no me habían dicho nada? —Mal formuló su pregunta, al tiempo que tecleaba algo en su móvil. Segundos después, se lo colocó en su oído—. Algo así es muy importante... ¿Bueno? ¿George? —se dio la vuelta para salir de la recámara—. Tengo algo que decirte...

   Cuando el director azotó la puerta, Paul y yo nos quedamos solos dentro de la recámara. Él soltó un bufido, subió las mangas de su suéter blanco y descargó su trasero cubierto únicamente por el bóxer en el borde de la cama.

   Comenzó a sacudir el polvo blanco del extintor, que aún estaba sobre nuestros rostros. Entonces me detuve frente a él y lo apunté con el dedo índice.

   —¡Escúchame una cosa, imbécil! ¡Te lo voy a decir una vez más y no lo voy a repetir!

   —¡Agh, cierra la boca! —me espetó—. ¡Por tu culpa ya Martin sabe!

   —¿¡Y es que acaso pensabas ocultarle algo así!? ¡Es imposible! ¡Va a ver a la zanahoria con un barrigón enorme y se va a dar cuenta!

   —¡Deja de decir que mi novia es una zanahoria!

   —¡Deja de gritar, estúpido!

   —¡Tú comenzaste a gritar!

   —¡Okey, me callo y tú te callas!

   —¡Okey!

   Tomé una bocanada de aire para intentar calmarme. Lo único que quería en ese momento era patear su monumental trasero desde el quinto piso del edificio.

   —Te lo voy a decir una vez más —volví a repetir, esta vez con un timbre de voz bastante calmado—, pero será la última.

   Paul se cruzó de brazos, al tiempo que adoptaba un semblante de fastidio.

   —A ver...

   Sabía que mi dignidad se esfumaría al decirlo, pero debía hacerlo, al menos por última vez. Una última vez y ya.

   —Quédate conmigo. En serio no quiero y no me gustaría perder a alguien como tú. Mira, si el problema es el bebé... te dije que yo no tenía problema alguno en aceptarlo, sólo por ser tuyo. Te lo he dicho muchas veces que no me gustan los niños y no me veo siendo padre, pero... p-pero en internet hay muchos vídeos de cómo cambiar pañales y creo que con un poco de práctica puede... resultar, no lo sé... Sólo...

   —John —me interrumpió; su rostro parecía fatigado, y no precisamente por el trabajo—, te dije que ese no es el problema. Si yo hago eso, Jane se podrá mal y no sé qué pueda suceder o cómo pueda influir en su embarazo. Todo lo que hago lo hago por mi bebé.

   —Pero es que el bebé va a crecer en un hogar donde sus padres no se quieren. ¿Acaso hay algo peor que eso? ¿Hay algo peor que escuchar sus discusiones constantemente? Paul, te recuerdo que yo viví eso y no fue para nada agradable.

   —Es la madre de mi bebé, John. Es obvio que tengo que quererla; es obvio que la quiero y me importa. Por eso pienso ella en cada decisión que estoy tomando.

   Solté un bufido y llevé las manos a mi cintura, al tiempo que mi mirada se desviaba hacia la ventana para ver el bonito atardecer que estaba por llegar.

   Fue tanto el silencio que había, que pude escuchar a Mal hablando por teléfono en el pasillo. Obviamente no podía entender lo que decía a la perfección.

Kisses on the Bottom ➳ McLennonWhere stories live. Discover now