Capítulo XXII

2.7K 319 842
                                    


   Sentí un ligero movimiento a mi lado, que hizo que mis ojos se abrieran con cuidado. La habitación estaba totalmente oscura porque era de madrugada.

   —¿Paulie?

   —¿Puedo dormir contigo, Johnny Boy? —me hizo ojitos.

   —Ah, claro que sí —carcajeé un poco, haciéndome a un lado para que él pudiera acomodarse mejor. Como él llevaba su cobija, no tuve que quitarme la mía—. ¿Frío o miedo?

   —Es que me gusta dormir contigo. Y, bueno porque tengo frío.

   —Bueno, por mí no hay problema. Sólo... no me patees, ¿sí?

   Emitió una pequeña risita, al tiempo que se acurrucaba a mi lado. Se apegó tanto, que me resultó imposible sentir su calor corporal confundirse con el mío; eso me dio una sensación bastante agradable, por ello me arrimé más a él.

   —¿Por qué no usas un suéter como el mío? Así te dará menos frío, tonto.

   —Uh, no me gusta usar suéter cuando duermo —contesté, acomodando mi cuerpo en la cama y entre las sábanas—. Me hace sentir incómodo.

   —Entonces, para darte calor, estaré pegado a ti como...

   —¿Los perros luego de follar?

   —¡No, John! —se escandalizó, haciéndome reír—. ¡Claro que no! Iba a decir: como una garrapata a ti.

   —Ah...

   Tomó su cobija, se cubrió el cuerpo y se acostó, para luego cerrar sus ojos. Esbocé una sonrisa al verlo así. A pesar que todo estaba oscuro, podía ver su carita de bebé y sus pestañas de mujer.

   Paul era lindo. Lo era. No me cansaba de repetirlo.

   —Te quiero, tonto —le di un codazo.

   —Agh, idiota.

   En medio de una risita, le di la espalda y me acomodé muy bien para intentar retomar el sueño. En ocasiones me resultaba difícil volver a dormirme, pero aguardaba que esa noche no fuese una de ellas: iba a tener un día tan complicado como el anterior, y necesitaba descansar.

   Entonces sentí una patada en mi trasero, que me hizo caerme de la cama en medio de un quejido. Por suerte no me golpeé.

   Pero simplemente no podía quitarlo de ahí. Se veía muy lindo dormido.

***

   No podíamos contener las risas al ver Mal. Su color de piel era azul, casi tornándose a lila. Y su aspecto serio nos daba más gracia. Pero debía verle el lado positivo al asunto: su camisa blanca le resaltaba bastante.

   Estábamos en la suite del hotel donde grabábamos. Yo vestía una camiseta blanca de tela holgada, bermuda negra ligeramente ajustada y un par de zapatillas del mismo color.

   Por otro lado, Paul estaba envuelto en su albornoz, y estaban maquillando una pequeña herida en su labio inferior. A la maquilladora se le hacía difícil, puesto que Paul se reía constantemente.

   —No es gracioso —Mal se sentó en su silla de director, muy cerca de la ventana que adornaba la recámara—. Esto no se quita con nada... ¡con nada! Y es culpa suya. ¿¡Qué voy hacer en las entrevistas o si tengo que salir!? ¡Pasé como una hora intentado quitarme esto, pero fue imposible!

   —Mal, no se va a quitar como dentro de dos días —le dije, recargando mi cuerpo en el umbral de la puerta—. Es azul de metileno.

   —¡Yo sé lo qué es! ¡Es que intenté con alcohol!

Kisses on the Bottom ➳ McLennonWhere stories live. Discover now