Capítulo XXXII

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   —Bueno, pues que aborte.

   No se escuchó nada por aproximadamente dos segundos. Incluso pensé que había colgado la llamada, por lo que tuve que verificar mirando la pantalla del móvil.

   —No, John. No lo entiendes —dijo—. De verdad, lo siento, pero...

   —Nunca me he visto como papá, pero puedo hacer una excepción por ti y por esa cosa que Jane lleva dentro.

   —No, no, no, no —se negó—. No es eso lo que te estoy pidiendo. Es solo que...

   —Okey, okey —lo interrumpí—. Está bien. Hablamos mañana, ¿de acuerdo?

  Lo único que escuché después fue el pitido que indicaba que la llamada había sido finalizada. Sin más, abandoné el teléfono sobre la mesita de noche y aventé mi cuerpo a la cama, mirando al techo.

   Solté un suspiro, al tiempo que estrujaba mi rostro.

   —Mierda.

***

   No habíamos tenido mucho tiempo de hablar antes de grabar las escenas porque yo llegué un poco tarde, así que de inmediato cambié mi atuendo y comenzamos a grabar.

   El atuendo era el mismo porque era la continuidad de la anterior: camisa blanca, suéter lila, pantalón y zapatos negros. Y Paul un suéter blanco, pantalón gris de cuadros y botas de leñador.

   Muy lindos los dos, pero no sabía si eran ideas mías o él estaba serio conmigo.

   —Chicos —Mal acomodó su trasero en la silla de director. Vestía una camisa azul cielo, la cual tenía una mancha del primer café de la mañana—. Eh, la otra escena. Uhm, John va a aparecer con las botellas de cerveza y te vas a sentar al lado de Paul, en el sofá.

   El mencionado tomó asiento en el sofá, mientras que yo me fui a la cocina. Estando ahí, un asistente me extendió las dos botellas de cerveza fría. Y realmente sí eran cervezas.

   —¡Acción!

   Al escuchar la señal de Mal, salí de la cocina y me encaminé hacia la sala, donde estaba el sofá. Había, como siempre, cámaras por doquier, grabando los diferentes ángulos de la escena.

   Me senté a su lado, coloqué las cervezas en la mesita de vidrio que estaba al frente y seguido de eso me quité el suéter; después enrollé las mangas de la camisa hasta mis codos. Tomé una botella y se la extendí.

   —No tomo.

   —Pero si ya lo hiciste el día que fuimos al bar. Anda, toma.

   Agarró la botella y dio un sorbo, en ese momento yo también lo hice.

   —Creí que pedirías pajilla.

   —No soy tan delicado —refutó.

   —¡No, para nada!

   Me dio un codazo y reímos. Nunca, en mi corto tiempo como actor, me había costado tanto reírme.

   Sin duda algo en mí no estaba bien.

   —Deja de decir tonterías.

   —¿Puedo meterte esta botella por el culo, puta?

   —¡Arthur! —se escandalizó—. ¡Basta, qué asqueroso!

   —Luego se te quiebra adentro y te rompes. Entonces tengo que llevarte al médico para que te saque los pedacitos de vidrio incrustado en las paredes de tu culo.

Kisses on the Bottom ➳ McLennonWhere stories live. Discover now