Capítulo XXXI

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   Estábamos en uno de los pasillos de la biblioteca para grabar las escenas. Habíamos logrado adelantar unas, pero como Mal era Mal, pues teníamos que seguir adelantando porque sino Martin lo iba a joder, según él.

   Paul vestía un suéter blanco algo ajustado, pantalón gris de cuadros y botas de leñador. Por otro lado, yo llevaba mi camisa blanca, sobre ella suéter lila pastel y pantalón y zapatos negros.

   —Chicos, penúltima escena, ¿de acuerdo? —habló Mal, al tiempo que tomaba asiento en su silla de director, la cual estaba puesta al final del extremo del pasillo formado por estantes llenos de libros—. Sé que están cansados del viaje de ayer y que quieren irse a casa. Pero prometo que a las nueve podrán irse a sus casas. No importa si no terminamos la escena.

   —Un poco, de hecho —murmuré, descargando el peso de mi espalda en un estante. Me crucé de brazos y resoplé—: Pero quiero ir a casa a dormirme.

   —Lo más agotador de la tarde fue tener que grabar escenas con Stuart.

   —Apoyo a Paul —dije.

   El mencionado —que estaba a mi lado— se sonrió y me dio un ligero codazo en la costilla, que me causó una sensación extraña entre leve dolor y cosquillas.

   —Muy bien —Mal tomó el guión y lo ojeó un poco—. Ehm... Paul, tú estarás ordenando esos libros de allá —señaló la sillita que tenía una pila de libros y enciclopedias, que estaba justo frente a nosotros—. Luego John va a llegar y ahí comienzan.

   Paul se colocó en el estante, mientras que yo salí del pasillo y esperé en el comienzo del mismo. Había cámaras por doquier, incluso, había una detrás del estante que estaba escondida entre los libros.

   —¡Acción!

   Agarró un libro, lo abrió y luego lo ordenó en su lugar. En ese momento, Mal me hizo señas para que entrara en escena, y lo hice, soltando un carraspeo de por medio. Metí las manos en mi bolsillo y sonreí de forma juguetona.

   —Ya deja el fastidio.

   Me reí.

   —Ni siquiera te estoy diciendo nada —dije, al tiempo que caminaba hacia donde él estaba—. ¿Cómo estás?

   —Muy bien. Feliz. Más feliz que nunca.

  Fruncí mi ceño ligeramente, me coloqué detrás de él y tomé su cintura con mis manos.

   —¿No te da curiosidad tener sexo en una biblioteca?

   —No —se dio la vuelta y me dio un empujón, logrando separar ambos cuerpos—. Ya déjame, ve con Abby.

   —Ah, por eso es que la zorra está molesta.

   —No estoy molesto por eso —se defendió, cruzando los brazos.

   —Agh, déjame explicarte...

   —No quiero que me expliques nada —me interrumpió—. No me interesa lo que hagas con tu patética vida.

   —Pero escúchame.

   —No lo haré —desvió la mirada—. No quiero escucharte.

   —Pues lo harás —tiré al suelo los libros que estaban sobre la sillita y acto seguido hice que él se sentara ahí. Entonces me coloqué en cuclillas—. Mírame.

   —No quiero verte.

   —Bueno, al menos escúchame.

   —No lo haré.

Kisses on the Bottom ➳ McLennonWhere stories live. Discover now