Capítulo XI

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   Mis nervios aumentaron cuando logré ver la sala de prensa detrás de las cortinas. Había una mesa alargada con dos sillas y micrófonos, que era donde íbamos a estar nosotros; esta estaba más elevada que el resto de la sala para mayor visión. Enfrente de ellos, el montón de sillas con diferentes periodistas, incluso internacionales.

   —¿Nervioso?

   Di un brinco al escuchar la voz de Paul detrás de mí. Me di la vuelta y sí: ahí estaba. Detrás de él yacía todo el resto del personal que laboraba ahí.

   —Un poco —carcajeé, al tiempo que rascaba mi cuello. Él llevaba una taza de té del mismo azul que el de su suéter—. ¿Té?

   —Lo necesito. Aún me duele un poco la cabeza, y con este estrés, más todavía.

   —Espero que no te vayas a ensuciar.

   Iba dar un sorbo, pero cuando me escuchó decir eso, la apartó enseguida y se la dio a un asistente que merodeaba por el lugar.

   —¿Qué fue eso?

   —Es que cada vez que me dicen que tenga cuidado porque me voy a ensuciar, me ensucio.

   —¿De verdad? —me reí—. Quisiera ver eso.

   —Claro, pero esta vez sería un pésimo momento para hacerlo.

   —¡Chicos! —Mal entró en nuestra conversación. Subió los lentes con su dedo índice, y luego dijo—: Ya deben entrar. Por favor, apresúrense.

   Paul y yo intercambiamos miradas rápidas. No pasó mucho tiempo para que él se colocara a mi lado, y juntos cruzar la cortina que nos mantendrían expuestos a las cámaras.

   De inmediato el flash de las cámaras se hizo presentes, cosa que por motivos obvios casi me dejó ciego. Dejé que Paul tomara asiento primero y, a su lado, yo. Había alrededor de cinco policías que se mantenía frente a nosotros —sin estorbar las tomas porque la altura era bastante notable— para vigilar que nada estuviese fuera de control.

   —Muy buenos días —habló un asistente desde una esquina—. Comienza la rueda de prensa. Hagan sus preguntas, que todas serán contestadas. Sean breves, por favor. Comiencen.

   —¡Chicos! —de inmediato un periodista alzó la mano. Paul y yo lo miramos—. Sabemos que es la primera serie-película gay que hacen... ¿cómo se sienten; cómo les va; y qué aspiran?

   —Eh... ¿contestas tú primero o yo? —murmuré—. Tú.

   —Bueno —él acercó el delgado micrófono a su boca—, me... me siento bien interpretando mi personaje, y ni hablar de trabajar con John porque es fantástico a manera en que lo hace...

   —¿Fantástica la manera en que lo hago? —lo miré pícaro, haciendo que su rostro se tiñera de rosa y que comenzara a acariciar al lóbulo de su oreja derecha de forma nerviosa—. Cielos, Paulie. Gracias.

   —Sí, claro, quiero decir: la forma en trabajas, actúas, es fantástica... Es todo. Idiota —masculló lo suficientemente cerca de micrófono como para que todos los presentes oyeran y rieran.

   —¿Qué cómo me siento? Umm, con mi trasero pegado a la silla. ¿Qué cómo me va? Pues bien, ¿y a ti? ¿Y qué aspiro? Mmm, creo que luego de una noche de resaca, lo más común es querer dormir, ¿no?

   Se escuchó una carcajada al unísono por parte de los periodistas y el resto de la audiencia.

   —¡Hey, Paul! —una chica alzó la mano; fue la primera de alrededor veinte—. ¿Qué dice tu novia Jane al respecto?

Kisses on the Bottom ➳ McLennonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora