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—¡Min Yoongi!– Suran apresuró el paso para alcanzarlo —¡¿por qué carajos andas metiendo tu nariz en mis casos?!–.

El nombrado apenas giró a verla antes de fruncir el ceño y decidir que esa mujer lo volvía loco en un mal sentido. A veces simplemente desaba poder deshacerse de ella casi tanto como deseaba poder acabar con Seokjin.

—¿Ya saben algo más sobre el dispositivo explosivo con el que asesinaron a ese sujeto de la discoteca?– preguntó en cambio.

—¡No siempre vas a poder obtener lo que quieres simplemente mostrando esa cara de gato descontento!– rugió la joven detective —pero si, descubrimos los componentes y el material con el que fue hecho y ¡oh sorpresa!–.

Suran le entregó la carpeta con los documentos.

—Adivina– sonrió ella.

Yoongi leyó apenas un poco antes de chasquear la lengua luciendo evidentemente molesto.

—¿Qué?– Suran entrecerró los ojos.

—Ésto se complica cada vez más–.

—¿De que hablas?– la mujer parecía sinceramente confundida.

Yoongi le entregó el archivo de nuevo y se alejó sin decir una palabra más, escuchando los insultos de su compañera resonando por el corredor mientras avanzaba. Atravesó los escritorios y la sala de descanzo hasta llegar a la puerta que buscaba. Abrió sin llamar y cerró de golpe.

Seokjin despegó la mirada de la pantalla de su ordenador muy, muy lentamente y le sonrió. Estaba por hablar pero Yoongi lo interrumpió de inmediato.

—¿Sabes algo de éstos casos que yo no, Kim?– preguntó.

Seokjin fingió sorpresa antes de tamborilear los dedos sobre su escritorio y suspirar.

—No fuí yo quien dejo vivir a ese niño– apuntó con sorna.

Yoongi pateó el bote de basura con fuerza.

Joder.

Él había esperado que su pasado jamás lo encontrara de nuevo. Años atrás había hecho cosas horribles por dinero, prácticamente era un perro cazador que servía a sus amos al pie de la letra. No podían culparlo, era joven, estúpido y bueno para asesinar lo cual era algo verdaderamente importante en su línea de trabajo en aquellos años.

Un mercenario debía saber sacar información y trabajar para las personas correctas. Yoongi trabajaba para los correctos... O eso creyó.

La operación Rouge.

Aquella fue una operación encubierta por varios países de primer nivel con base en Paris, Francia. Los gobiernos se habían rehúnido para capacitar a jovénes sin futuro para convertirlos en sanguinarios mercenarios que fueran capaces de actuar bajo presión y acatar ordenes sencillamente dementes.

Yoongi era un húerfano que vagaba en busca de un hogar cuando los agentes de la operación vieron potencial en él. Le tomó cinco años aprender a torturar, asesinar y ocultar sus rastros. Era uno de los mejores y trabajaba para una poderosa organización gubernamental. Básicamente los mercenarios de la operación hacían el trabajo pesado, aquello que policías y militares tenían prohíbido. Y que la sociedad consideraba políticamente incorrecto.

Asesinar a los malos en lugar de encarcelarlos. Porque para ellos deshacerse de la hierba mala desde raíz era mucho más importante y menos complicado que dejarlos vivos en una prisión desde donde podrían seguir siendo una amenaza. Pero ya que los policías se regían por las leyes y normas, entonces necesitaban a otros que trabajaran fuera de esas reglas.

Sweet Killer::KVDonde viven las historias. Descúbrelo ahora