Tortura, siempre era una horrorosa tortura todo lo que involucrara las palabras dama y deberes juntas en la misma oración. La mayor parte del tiempo se preguntaba por qué sus deberes formales debían ser aquellos tan fastidiosos a los que acudía como si de una peregrinación para exhumarse de sus pecados se tratase. La respuesta llegaba clara como las aguas que había conocido con Theon esa mañana: porque era la princesa. Eran en esos momentos cuando más resentimiento sentía hacia su título de nacimiento.
Abatida y con el humor negro arrastró sus botas de piel llenas de lodo hasta la sala en donde las damas del castillo supuso estaban reunidas. Se demoró y retrasó su llegada todo lo que pudo, pero finalmente tuvo que llegar. Antes de cruzar la gran puerta de madera oscura inhaló y exhaló un par de veces, lo único que la animó a empujar fue la idea de que el almuerzo prontamente sería servido y ya no debía quedar mucho de las lecciones.
El sonido arrastrado y agudo de la puerta siendo abierta llamó la atención de las presentes, los ojos de la Septa Mordane la interceptaron de inmediato y Seren pudo jurar que en ellos brilló un halo de malicia y desquite.
- ¡Princesa Seren, qué alegría que nos honre con su presencia! -exclamó la mujer adulta con un deje claro de ironía en su voz. De haber sido otra persona aquello podría haberse considerado una horrible falta, hablarle de esa forma a la Princesa de los Siete Reinos era inaceptable; pero de cierta forma las cosas en el Norte eran distintas, y esa Septa había sido un pilar fundamental en la formación de la leona tormentosa por lo que se sentía con ciertas facultades. De igual manera sentía Seren, por lo que aniñadamente le hizo una reverencia burlesca.
La Septa Mordane bufó por lo bajo y centró su atención en una boquiabierta Jeyne Poole, mejor amiga de Lady Sansa, que a pesar de haber crecido en presencia de la Princesa y sus tan característicos desplantes aún no podía acostumbrarse a ellos. La pobre muchacha hija del mayordomo del castillo se esforzaba y había esforzado tanto toda su vida para poder recibir una mejor educación para llegar a ser una doncella admirada, respetada y deseada, y le enervaba la razón pensar que la Princesa testaruda y consentida se farreara cada una de las oportunidades que se le brindaban para convertirse en la doncella más perfecta de los Siete Reinos. Aunque por la forma en que la miraba el heredero, el pupilo y el bastardo solía creer que ya lo era.
Qué no daría o entregaría Jeyne por estar un solo día en su lugar, por poseer aunque fuera la mínima parte de lo que Seren Baratheon ya tenía sólo por nacer de la semilla del Rey y del vientre de la Reina. Sin duda alguna daría lo más preciado porque Robb Stark le brindara aunque fuera un poco de su atención y porque la viera con esos ojos oceánicos con la devoción que adoraban a la Princesa.
Pero más que entendido estaba el hecho de que nada de ello le importaba realmente a la Leona Tormenta, banalidades en su pureza eran esas porquerías. Lo esencial para ella estaba en las cosas simples: en el aire despeinando su cabello cuando galopaba a su yegua, en las aventuras que podía disfrutar a diario, en la libertad de recorrer su vida siendo ella misma; en los juegos con los niños Stark, en una conversación profunda con su guía Lord Ned Stark, en comer una deliciosa fruta en el bosque escuchando el sonido de los pájaros; en la mirada de Robb, en la sonrisa de Jon, y en el espíritu de Theon. Sin duda Seren daría todos sus títulos y nombres por tener las últimas tres cosas siempre con ella, desear más, para ella, sería ser avarienta y desgraciada con la vida.
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Queen and the Lionheart |GoT|
قصص الهواةElla era su vida, jamás pensó que podría volver a amar con esa intensidad y con esa fuerza, no cuando se lo habían arrebatado todo antes. Pero Robert y Seren se pertenecía, era sangre de su sangre, su todo. Alejarla lo desgarraría, sin embargo su pr...