Ella era su vida, jamás pensó que podría volver a amar con esa intensidad y con esa fuerza, no cuando se lo habían arrebatado todo antes. Pero Robert y Seren se pertenecía, era sangre de su sangre, su todo. Alejarla lo desgarraría, sin embargo su pr...
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Después de abandonar la última posada de todo su viaje el recorrido hacia el Castillo de Invernalia no duró más de medio día. Luego de mes y medio de trayecto al fin el carruaje custodiado que llevaba a la princesa de los Siete Reinos cruzó las grandes puertas de la edificación encontrándose con la familia Stark reunida esperándola.
También la mayoría de los habitantes del Norte estaban ahí esperando conocer al fin a alguien de sangre real y por supuesto que al tan famoso Mata Reyes, ese último era quién más aumentaba su curiosidad.
Detrás del carruaje entró un grupo de abanderados con los estandartes del Ciervo Coronado y otro menor con estandartes del León rugiendo, ellos habían sido los encargados de custodiar y mantener la seguridad de su princesa durante todo el viaje. Cuando el carruaje dorado se detuvo Ser Jaime Lannister bajó ágilmente de su caballo causando estragos en las féminas presentes, él era considerado uno de los hombres más atractivos de todo Poniente. Hizo una pequeña reverencia a modo de saludo a los dueños de casa y finalmente abrió la puerta que mantenía dentro a su sobrina.
La Leona Tormenta sentía como su estómago se revolvía con nerviosismo, estaba entusiasmada pero justo en esos momentos las ansias y la expectación la estaban consumiendo. Su tío extendió sus brazos hacia a ella y la cargó fuera del carruaje dejándola finalmente en el suelo lodoso de Invernalia. El lindo –y odioso- vestido azul brillante que traía puesto se manchó al instante.
Seren suspiró y se intentó calmar. Jaime le dio la mano y un leve apretón para reconfortarla un poco, su pequeña leoncita necesitaba apoyo en esos momentos.
Todo el mundo posó sus ojos en la pequeña niña que sostenía con tanta fuerza la mano de su tío. Por lo que se decía y según la herencia genética la princesa era el fiel retrato de una Baratheon, sin embargo portaba orgullosa en su pecho aquella cadena de oro que su madre le había obsequiado dejando ver su parte Lannister. En su cabeza descansaba una pequeña y delicada tiara de oro que solo minutos antes de llegar al Castillo su tío la había persuadido de usar, pero Seren la odiaba y estaba segura que esa sería la última vez que utilizaría una cosa así; en el Norte no la necesitaría.
La Leona Tormenta observó todo lo que pudo a su alrededor, sus ojos se posaron en un grupo de pequeños niños y su sonrisa creció un poco.
—Princesa Seren, bienvenida. —saludó con una pequeña reverencia un hombre muy alto y grande quien supuso era el amigo de su padre—. Ser Jaime. —saludó.
Ella hizo una pequeña reverencia como le habían enseñado hace un tiempo y se detuvo a mirar un poco el rostro del hombre. Él parecía mucho más joven que su padre y también en mejor forma, tenía un semblante serio pero algo en su mirada y sus ojos le inspiró confianza.
