Capítulo 5 | Los comienzos |

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Editado 07/08/2018


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La primera noche que pasó completamente sola en Invernalia luego de la despedida con su tío Jaime fue inevitable que Seren no comenzara a sentirse intranquila e inquita, la habitación que le habían asignado era tan grande que el fuego que vivía en la chimenea no alcanzaba a calentarla por completo. Las mantas, a pesar de ser varias y gruesas, tampoco lograban calentar su diminuto cuerpecito, y ya había descubierto la noche anterior que no podía dormir si tenía frío. En la Fortaleza Roja jamás lo había sentido.

Hace poco la cena había terminado, habían servido una especie de estofado de carne de mal aspecto pero que de sabor le había encantado. Su estómago estaba lleno y feliz, aun así no podía conciliar el sueño, el frío era brutal. Decida a mejorar su situación salió de su cuarto en busca de alguien que pudiera entregarle unas cuántas mantas más para su cama.

La princesa aventurera había estado jugando por los pasillos del gran castillo gris de Invernalia y recordaba levemente la habitación de los Señores Stark. Su recorrido no fue para nada duradero puesto que a la primera vuelta encontró una puerta conocida, la abrió sin tocar y entró; el cuarto no era el que buscaba sino que la de un niño que recién estaba metiéndose a su cama.

— ¿Seren? —inquirió el niño con extrañeza y sorpresa. Él estaba a punto de dormirse y para nada se esperaba ver a la princesa en su habitación; absolutamente algo debía ocurrirle. Se preocupó—. ¿Qué haces aquí? ¿Te pasó algo? —preguntó.

Seren negó con la cabeza y quiso golpearse la frente, se había equivocado y se sentía tonta; una muy mala aventurera. —Buscaba a tu madre —respondió con una mueca de disconformidad en su rostro—. Lamento haber entrado así a tu habitación —se disculpó y caminó de vuelta hacia la puerta para irse. Había mucho que recorrer aún.

— ¿Para qué buscabas a mamá? ¿Necesitas algo? —volvió a preguntar sintiéndose preocupado por la comodidad y necesidades de la niña. No era extraño después de todo, si bien Robb Stark solo era un pequeño niño a él lo habían educado bien.

En esos pocos días que había compartido y vivido con la Leona Tormenta le había tomado una gran simpatía y afecto. Aunque debía reconocerlo, él pensaba que esa pequeña niña estaba un poco loca porque siempre los incitaba a meterse en problemas y hacer travesuras que a su madre no le gustaban.

—Tengo mucho frío —le contó—. No sé de dónde sacar más mantas —bufó enojada y odiando el tonto frío.

—Em... —pensó el niño un momento—. Te pasaré las pieles de mi cama. —Robb se levantó de un brinco y comenzó a tironear las pieles para sacarlas. Sus alborotados rizos castaños rojizos revotaban en su frente mientras ejercía la fuerza en su acción, parecían un resorte.

Queen and the Lionheart |GoT|Where stories live. Discover now