Capítulo 11 | El despertar |

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Editado 25/08/2018

Editado 25/08/2018

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El calor del verano no era algo que llegara muy al Norte de Poniente, el frío era quién reinaba allí. Los días remotamente cálidos desaparecían a pasos agigantados y a pesar de que las grandes murallas del castillo mantenían a sus habitantes protegidos de la gélida temperatura, esta de todos modos lograba colarse por algún lado. Seren lo sabía muy bien y lo había sentido durante toda la maldita cama que por nombre era suya, debajo de esas pieles que solo olían a guardado y no a Robb, y con los pies malditamente congelados.

            Cuando medianamente despertó se preguntó el por qué rayos estaba durmiendo ahí y por qué no estaba con Robb, pero solo bastaron unos cuantos segundos para recordar el motivo. Recordaba haber caído de Tormenta, también recordaba haber despertado en la noche y hablado con alguien; recordaba además una especie de sensación nueva en su cuerpo pero nada era claro ni cuerdo en su cabeza.

            La sensación de ignorancia no era algo agradable, así que dispuesta a averiguarlo todo intentó levantarse pero al removerse entre las pesadas y gélidas mantas un dolor agudo le taladró la cabeza, instintivamente llevó su mano derecha hacia allí. Gimió levemente cuando sus dedos tocaron el lugar y sintieron una aspereza ahí, de seguro que se le había formado una costra por culpa del golpe. Idiota, se dijo a sí misma.

            ¿Cómo podía haber sido tan ridículamente tonta y descuidada para dejarse caer de su propia yegua? Vergüenza sentía de sí misma, eso no le había pasado jamás y parecía una broma de muy mal gusto que le hubiera pasado a esas alturas cuando ya tenía tanta experiencia. Volvió a intentar recordar algo de lo sucedido pero el golpe fue tan duro que la nubló por completo.

            Los dioses deben amarme demasiado, caviló cerrando los ojos con fuerza para ver si el dolor se iba, porque por tamaño golpe y caída de seguro que las consecuencias deberían haber sido mucho peores. ¿Y si así era y no podía caminar nunca más?, pensó con desesperación y con la misma desesperación fue que se quitó las pieles de encima y flexionó una de sus rodillas. Funciona, agradeció internamente. Aún tenía el control de su cuerpo así que parecía que el mayor daño se lo había llevado su cabeza.

            Tenía demasiada suerte o de seguro algo grande estaba escrito para ella en un futuro cercano, ¡por todos los dioses!, volvió a gemir para sus adentros con el pecho agitado y los ojos bien apretados de nuevo cayendo en la cuenta de algo demasiado importante para ella: ojalá que Lord Stark no le prohibiera volver a montar.

            Si se lo prohibían se escaparía en Tormenta y juraba que no la volverían a ver nunca más en la vida. Era un juramento real y serio, se iría.

            Decidida a demostrarse que estaba bien y que nada ni nadie la detendría hizo un ademán para levantarse de la cama pero en su intento se mareó horriblemente,  eso era culpa de los efectos de la leche de amapola que aún quedaban en su cuerpo, y casi cayó al suelo. Sin embargo sus sentidos aún tenían un poco de cordura y sus buenos reflejos funcionaban al menos medianamente, por lo que alcanzó a afirmarse en la mesa de dormir al lado de su cama pero pasó a llevar un jarrón metálico que había en ella el que causó un gran estruendo al caer en el piso. 

Queen and the Lionheart |GoT|Where stories live. Discover now