Ella era su vida, jamás pensó que podría volver a amar con esa intensidad y con esa fuerza, no cuando se lo habían arrebatado todo antes. Pero Robert y Seren se pertenecía, era sangre de su sangre, su todo. Alejarla lo desgarraría, sin embargo su pr...
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Tan agudo y fuerte, el cantar de las campanas de escuchó por todo el castillo las veces necesarias para anunciar la fatídica noticia de muerte, la primera muerte, aquella que sin saberlo desencadenaría el inicio y final de todo.
En el gran salón de piedra decorado con los más exquisitos detalles, rodeado de pequeñas agrupaciones de luces, todas provenientes de velas en candelabros de oro, estaba el cadáver finalmente descansando. Gran hombre, larga vida, sospechoso final.
Desde las alturas, protegida en las sombras, la mujer más bella de todo el reino aparentaba descansar en su preocupación. Mucho había en su cabeza, sospechas, traiciones y verdades la asechaban como leones a ciervos a punto de atacar a muerte. El velo de la realidad, su realidad, se deslizaba por sus hombros a prisa y se sentía incapaz de detenerlo. Tan sumergida en su bien oculta miseria estaba que no escuchó las pisadas que se acercaban por su izquierda.
—Como tu hermano, siento que es mi deber advertirte... te preocupas demasiado —dijo el recién llegado con su característica sonrisa, aquella sonrisa que sólo era para ella—. Se empieza a notar.
—Y tú nunca te preocupas por nada —contestó, aliviada de tenerlo cerca a pesar de su situación—. Cuando teníamos siete y saltaste de los acantilados de Casterly Rock, una caída de 30 metros hasta el agua, nunca tuviste miedo.
Tal vez debía ser más como él, no tener miedo. ¿Pero cómo no tenerlo si era su compañero y pesada carga diaria? ¿Cómo dejar de temer si hace tantos años habían alejado de su lado a lo más valioso de su vida?
—No había nada que temer hasta que se lo contaste a nuestro padre —recriminó su hermano—. "Somos Lannister, los Lannister no actúan como tontos"
Ya no importaba el pasado, no en esos momentos, no valía la pena detenerse en recuerdos antiguos de tiempos distintos. Su verdad y su realidad eran otra, y estaba justo frente a ella, a ellos, en esos momentos.
Aún con preocupación se giró hacia el tan bien preparado cadáver, él la acompañó en ese viaje.
— ¿Y si Jon Arryn le contó a alguien? —dejó escapar el mayor de sus miedos en esos momentos.
— ¿Pero a quién se lo diría? —pecó de inocente Sir Jaime, o más bien de confiado. Él tenía sus razones.
—A mi esposo.
—Si le dijo al rey, nuestras cabezas ya estarían clavadas en las puertas de la ciudad —le aseguró. No tenía dudas de ello, conocía al nefasto rey tanto como la reina. O eso creían—. Lo que sea que Jon Arryn supiera o no, murió con él. Y Robert eligirá a un nuevo Mano del Rey para que haga su trabajo mientras él este cogiendo jabalíes y cazando mujerzuelas... ¿O es al revés?
