Blue, es una alumna de preparatoria rodeada de los chicos más populares; para su mala suerte jalo un curso, el profesor le puso un tutor personal, nada más ni nada menos, que el nerd de la clase, del cual ella se había burlado, Park Jimin.
Poco a po...
—¡Gaila! — gritó Jimin, a mi dirección. La mendiga puta madre.
Ahora tenía todos los ojos posados en mí, supongo que ahora todos deben reconocerme. Gracias Park, terminaste con mi jueguito. Que maravilla.
Mi ceño fruncido denotaba mi molestia ante su voz, él se rasco la coronilla de la cabeza pero siguió acercándose a mí. Yeon me miraba anonadado, quizás porque ni ella misma se imagina lo que pasé con Park.
— ¿Podemos hablar?
— ¿De qué, Park?
— Por favor, hablemos a fuera. Están tomando fotografías y creo que ni ti ni a mi nos conviene.
Aunque odiaba hacer lo que me dicen, él tenía razón, un escándalo no nos ayudaría en lo absoluto. Caminé hasta la puerta principal, aunque todos me miraban perplejos, seguí caminando bien digna aunque estaba hecha un manojo de nervios por que podría pasar luego.
Mis tacones resonaron en el local. Me puse firme para escuchar lo que tenía que decir.
Arque la ceja con los brazos cruzados, incitandolo para que continúe. Park puso sus manos a su cadera, mientras caminaba en círculos; estaba nervioso, lo noté por sus orejas rojizas.
— ¿Y bien? — incité nuevamente.
— Gaila, yo sé porqué te molestaste, y en serio no es lo que parece — explicó haciendo ademanes con sus manos.
— Se claro. No entiendo a que te refieres, Park — le dije.
— Después de nuestra noche juntos, tu viste mi teléfono y viste los mensajes de Sohyung. Déjame explicártelo — intentó tomarme de las manos, pero me aleje.
— Park — solté una risa falsa—. No tienes porque darme explicaciones, total no somos nada— añadí sin mucho interés en el tema.
— Ella era mi novia, y ella busco esos vestidos sin que yo —lo interrumpí.
— ¡Park no me interesa!—alce la voz.
Estaba dispuesta a irme de ese lugar, pero su voz me detuvo, aquella voz quebradiza ...
— ¡Gaila no me voy a casar con nadie que no seas tú! ¡Sigo perdidamente enamorado de ti! — me detuve en seco.
No sabía que hacer, aunque en mi interior una fuerza desconocida quería voltear y abrazarlo, mi otro yo me lo impedía, no era algo de hacer sin pensar en las consecuencias. No de nuevo. Tengo un novio que me ama y respeta, pero yo...
— ¡Créeme por favor! — gritaba con la voz al hilo de romperse.
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«No confíes en nadie, para que nadie te dañe— mi conciencia volvió a parecer dentro de mi cabeza»
