μικρό μου

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—Jade —dijo una voz conocida desde el interior—. Voy a contar hasta cinco para que entres sin discutir.— Jade se puso furiosa.

—Alguien del yate me ha seguido, ¿no?—

—Uno.—

—Alguien me ha estado espiando. Bueno, creo que eso ha sido rastrero...—

—Dos.— De reojo, ella vio cómo Damianos se sentaba de nuevo en el asiento delantero.

—Y lo que es más, tengo planes propios.—

—Tres.—

—Solo quiero ver la Alhambra, ¿de acuerdo?—

—Cuatro.—

—¡No hay manera de que me hagas entrar en ese coche, donde no quiero estar, Perrie Edwards! —exclamó ella con los brazos en jarras.

—Cinco.— Jade cruzó los brazos y levantó la barbilla. Perrie salió del coche. Con un vestido ligero color miel, estaba espectacular. A pesar de estar enfadada con ella, los latidos de su corazón se aceleraron y la boca se le secó. Perrie la tomó en brazos y la metió en el coche.

Sorprendida por su arrogancia, Jade respingó:

—¡Voy a salir de aquí ahora mismo!—

Perrie le impidió salirse.

—Has arriesgado la vida cuando dejaste la seguridad del yate ayer.—

—¿De qué me estás hablando?—

—Te guste o no, eres la esposa de una mujer muy rica y la nieta de otro, lo que hace de ti un blanco muy vulnerable.—

—¿Para qué?—

—¡Para los raptores, ladrones y los paparazzi! En el mismo momento en que supe que habías abandonado el barco, me preocupó seriamente tu seguridad personal. El miembro de la tripulación que te siguió no pudo saber hasta anoche por dónde andabas.— Jade se puso pálida.

—Ningún ladrón encontraría nada de valor que robarme.—

—¿Y te gustaría verte a merced de una banda de ladrones que no podrían conseguir siquiera un buen reloj por su trabajo?— A Jade se le hizo un nudo en el estómago.

Su auténtica preocupación la hizo sentirse avergonzada, ya que el primer objetivo al abandonar el yate había sido realmente hacer enfadar a Perrie y darle a probar un poco de su propia medicina.

—Yo... lo siento. Sinceramente, no pensé...—

—Por lo menos estás bien. Aparte de tu cabello...—

—¿Mi cabello?—

—Te lo has cortado. ¿Cómo has podido hacer eso? Ya sabes lo mucho que me gustaba. Supongo que tengo suerte de que no te hayas cortado también la garganta. Sin duda te la habrías cortado y te habrías dejado morir desangrada.—

—Ya crecerá...—

—Y ahora vamos a ir a ver la Alhambra —murmuró la rubia.

—No, no importa... Ni siquiera vas vestida para...—

—Insisto, μικρό μου*. Hoy vamos a empezar en donde lo dejamos hace una semana y vamos a empezar a aprender a estar casadas.— Jade la miró sorprendida.

—Tenía algunas cosas que hacer, pero no debería haber tardado tanto en volver.—

Las siguieron Damianos y otro guardaespaldas a una discreta distancia mientras ellas se dedicaron a explorar la Alhambra. Era un día precioso de primavera y a Jade le encantó todo lo que vio.

En un momento dado, vio que Perrie la miraba fijamente a ella.

—¿Qué pasa?—

—Eres inconsciente de tu propio poder. De muchas maneras, todavía eres muy inocente. Ese día, en mi despacho, me habría dado cuenta de ello si no hubiera estado tan enfadada contigo.— Jade se dio cuenta de que, en esos días que habían pasado separadas, Perrie parecía haberse librado de su enfado con ella, lo mismo que de su amargura y deseo de hacerle daño.

—Traté de decirte que no pasó...—

—No. Déjalo en el pasado, donde debe estar.—

—Pero...—

—No más malos recuerdos. Solo éramos unas niñas, y los niños y niñas hacen estupideces cuando tienen relaciones demasiado profundas. Te deseo, γυναικα μου*.— De repente, fue como si el ambiente se cargara de electricidad. A ella le entró un sudor frío cuando Perrie le puso las manos en los hombros y la miró a los ojos fijamente. —Puede que duela esperar, pero la anticipación hace mayor el placer —añadió Perrie.

Siguieron andando de la mano y, cuando volvieron a la limusina, la castaña estaba agotada. Damianos dijo algo en griego y Perrie se rio. Jade no prestó atención, lo único que le importaba era la mirada de Perrie sobre ella y la forma posesiva en que le agarraba la mano.

Una vez en la parte trasera de la limusina, se inclinó hacia ella y Perrie la sujetó por la espalda.

—No tenemos suficiente tiempo —dijo—. No quiero que nos interrumpan.— Poco después, la limusina se detuvo delante de un edificio palaciego y Perrie la hizo salir del coche. Respondió con una inclinación de cabeza al hombre que los saludó al entrar y, cuando vio el lujoso interior, ella se dio cuenta de que estaban en un hotel muy exclusivo.

—La gente nos mira —dijo Jade ruborizándose. Perrie se encogió de hombros.

A la suite los condujo una doncella en vez del tradicional botón.

—Es preciosa—dijo Jade una vez que la doncella se hubo marchado.

Pero Perrie no dijo nada y se limitó a besarla con un ansia que le quitó la respiración, la besaba con posesión, Perrie había visto como la doncella miraba firmemente a Jade, mientras esta veía a todos lados asombrada.

—¡Dios mío... necesito sumergirme en ti! —exclamó la rubia por fin. La tomó en brazos y la metió así en la habitación. Allí la dejó de nuevo en el suelo y le bajó la cremallera del vestido para bajárselo a continuación. Luego, se quedó mirándola semidesnuda.

—¿No deberíamos habernos registrado en recepción? —preguntó Jade.

—¿Por qué?—

—Porque eso es lo que hace la gente normalmente, ¿no?—

—No cuando se es dueña del hotel.—

—Ah...—

Jade la vio desnudarse. El corazón le latía tan fuertemente que parecía que se le iba a salir del pecho.

—Primero... deberíamos hablar.—

  

μικρό μου*= Mi pequeña  

γυναικα μου *= Mi esposa 


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Appearances|| Jerrie ✔️Where stories live. Discover now