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Jesy Nelson

Perrie recorrió su labio inferior con la punta de la lengua y Jade echó atrás la cabeza. El ansia iba creciendo en su interior y, cuando Perrie le exploró la curva del seno a través del vestido y llegó al pezón, ella gimió y trató de tomar aire.

Perrie se apartó entonces.

—Hacer el amor en un coche realmente te excita. O tal vez sea por mí esta vez, ¿tú qué opinas?— Ante esas palabras, Jade recuperó el sentido y se apartó de ella. En el incómodo silencio que siguió, Perrie se rio.

—Tranquila, no pretendo consumar nuestro trato en el asiento trasero de una limusina.—

Perrie se comunicó de nuevo con el conductor. Jade se dio cuenta de que se le había ocurrido la idea de hacer el amor con ella allí mismo.

Cuando llegaron al hotel donde se iba a celebrar la recepción, Jade estaba preparada para más sorpresas desagradables.

En una habitación preparada a tal propósito, Leonard Thirllwall los esperaba junto con dos abogados. Todo se habló en griego y, mientras Jade miraba sintiéndose muy incómoda, Perrie y su abuelo firmaron varios documentos.

El anciano la llevó consigo antes de abandonar la habitación y le dijo.

—Quiero que sepas que esto no ha sido elección mía, Jade.— Ella se ruborizó y se sintió intensamente humillada. Así que incluso él sabía que su nieta iba a quedar sin su herencia con ese matrimonio. Avergonzada por ese conocimiento, volvió a la mesa y firmó rápidamente en la única hoja de papel que le ofrecieron y se sintió aliviada por que todo se limitara a eso.

A pesar de que su abuelo se lo había advertido, cuando Perrie y Jade les dieron la bienvenida a sus invitados, fue notable la helada reserva de los padres de la empresaria, Alex y Debbie. Estaba muy claro que no habían ido de buena gana a la boda.

A primera vista no reconoció al hermano pequeño de Perrie, Jonnie. Con veinte años edad, era mucho más alto que ella. El joven sonrió alegremente.

—¿Jon...?.—

—Ya hablaremos más tarde —respondió él sin dejar de sonreír.

—No habría reconocido a tu hermano —le dijo ella a Perrie.

—Bueno, él tampoco te habría reconocido a ti, salvo como la chica amable que se dejaba ganar al baloncesto, así que deja intactas sus ilusiones.—Jade se puso pálida. ¿Qué le habían contado que pasó en ese coche para que Perrie no pudiera dejar de pensar en ello? Llevaban casadas poco menos de una hora y Perrie ya había hablado un par de veces de esa noche.

Se quedó helada de nuevo cuando se encontró con Jesy Nelson delante de ella, con la mano extendida, pero con un evidente aire de frialdad.

—Jade...— Mientras observaba a la que fue una vez su supuesta mejor amiga, la mano de Jade siguió en su sitio. El recuerdo de su rota amistad aún le dolía y nunca más había tenido una amiga tan íntima. —Tal vez podamos hablar más tarde —dijo Jesy sonriendo y antes de alejarse.

—Cómo te atreves? —le dijo Perrie al oído—¿Cómo te has atrevido a insultar así a un miembro de mi familia?— Jade frunció el ceño.

—No me importa lo avergonzada que te puedas sentir por ver de nuevo a Jesy, ¡la tienes que saludar con el respeto y buena educación que se merece!—

—No.—

—¿Qué quieres decir con eso de no? —le preguntó ella incrédula.

—Que no estoy avergonzada y que nada me va a obligar a ser una hipócrita por Jesy. Así que mantenla apartada de mí. Ella es una gran mentirosa y puede que yo no quiera ser una maleducada, pero puedo perder los estribos.— Sorprendida por su actitud desafiante, Perrie no dijo nada más hasta que se sentaron a las mesas.

Si Perrie se creía que se había casado con un felpudo, ya podía limpiarse los pies en otra parte. Iba a descubrir que no la podía obligar a muchas cosas, y eso no le iba a gustar nada. Incluso cuando Jade había estado completamente enamorada de ella, se había dado cuenta de su convicción instintiva de su superioridad femenina. Con toda la tranquilidad del mundo, la rubia había dado por hecho que podía dictar la ley y que ella aceptaría naturalmente lo que dijera.

—La verdad es que te prefiero sin maquillaje —le había dicho un día—. El aspecto natural...— Con lo que no logró que ella dejara de maquillarse. 

Los invito a leer mis otras historias.