Perrie no... ¿o si?

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MARATÓN 3/?


—Tú no... se lo contarías a mi madre.— Perrie se acercó a ella y le quitó la chaqueta de las manos. —No sabes qué sabe mi madre —continuó ella.

—¿Qué te crees que he estado haciendo esta última semana? Algunas averiguaciones. Tu madre era muy amiga de su vecina de la dirección anterior, y es una mujer muy charlatana.—

—La señorita Baines no recordaría...—

—Desafortunadamente para ti, ella recuerda muy bien, por la simple razón de que tu disgusto de ese verano de hace diez años fue una fuente inagotable de arrepentimiento para tu madre, y algo de lo que hablaron a menudo.—

—No...—

—Y tú ibas a su casa en busca de apoyo tomar el té, mentirosa. ¡Le mentiste acerca la razón por la que rompimos el compromiso!—

—No todo fueron mentiras, solo algunas verdades a medias. Yo no hice lo que crees que hice en ese aparcamiento así que, ¿para qué mencionarlo?.— Perrie agitó la cabeza y suspiró.

—Te estás enfadando y, realmente, no es necesario.—

—¿No es necesario? ¿Después de lo que acabas...?—

—Si haces lo que te he dicho, no tienes nada que temer. Me llevaré a la tumba tu pequeño y sórdido secreto. De corazón, no me gustaría nada molestar a tu madre.—

—¡Entonces no lo hagas!—

—Me temo que hay un pequeño problema.—

—¿Cuál?—

—Que tengo una poderosa necesidad personal de venganza —admitió la ojiazul sin más ni más.

—¿Y eso?—

—Hace diez años me deshonraste Philotimo... ¿Sabes lo que significa eso?— Jade se puso pálida. Esa palabra no se podía traducir literalmente. Se refería a todos los atributos que hacen sentirse mujeres a las mujers en Grecia. Su orgullo, sinceridad, su respeto por sí misma y los demás...

—Ya veo que tu madre te ha contado algunas cosas de nuestra cultura —dijo la rubia—. Quiero reparar mi honor. Tú me avergonzaste delante de mi familia y amigos.—

—Perrie, yo...—

—Yo podría haber soportado saber que estabas viviendo en la miseria en cualquier parte del mundo siempre que no tuviera que verte o pensar en ti. Pero entonces apareciste aquí, muy altanera y me preguntas si era una mujer o un ratón, así que descubrí... lo que tú también vas a descubrir cuando termine contigo.—

—Me disculpé...—

—Pero no lo hiciste en serio, Jade.—

—¡Ahora sí! — Perrie se rió entonces. —No te estás tomando en serio nada de esto —dijo Jade. — Estás enfadada conmigo y me lo estás haciendo pagar. Me gustaría no haber venido.—

—Seguro que sí. ¡Pero acepta que tú te lo has buscado!—

—Todo lo que hice...—

—¿Todo lo que hiciste? ¿Te has atrevido a pensar que me podías comprar con tu supuesta inocencia?—

—Yo...— Jade titubeó.

—Y lo que es peor, te atreviste a sugerir que yo, Perrie Edwards, se rebajaría al nivel de engañar a un anciano a quien respeto solo por el beneficio económico. Ese anciano es tu abuelo. ¿Es que no tienes ninguna decencia?—

—No era así. Yo pensé...—

—No me interesa lo que pensaste. Cada vez que abres la boca es para decir algo más ofensivo que lo anterior. ¡Así que mantenla cerrada!. Tienes deudas así que las vas a pagar a través de mí.—

—¿De qué me estás hablando?.—

—Lo que hiciste hace diez años le costó a tu pobre madre cualquier esperanza de reconciliación con su padre. Lo que hiciste hace diez años enojó seriamente a tu abuelo. Y lo que me hiciste a mí ya lo verás.—

—Lo que pasó no fue culpa mía. Fue un montaje... —dijo ella y se le saltaron las lágrimas.

—Me avergüenzas – dijo Perrie. —Las mentiras no te van a proteger.—

—¡Me estas asustando!— Perrie la tomó las manos y la hizo levantarse.

—No puedes decir en serio todo eso.—

—Sí. Pero no me gusta ver llorar a nadie. Aunque sean lágrimas de cocodrilo –dijo la ojiazul acercándose.

—Perrie, no...—

—Perrie, sí. Pero te lo voy a enseñar a decir en griego y será tu palabra favorita.— De repente, la besó ansiosamente.


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