Capítulo 89:

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Peter: ¿estas segura de esto? –Preguntó mientras la detenía, a mitad de camino-

Lali: tenemos que hacerlo, no sirve de nada posponerlo –lo miró resignada y levantó sus hombros-

Peter: -sonrió- tus desbordantes ganas me contagian. Vamos

Lali: -sonrió también ante su ironía- no es lo primero en mi lista para hacer un sábado por la mañana pero no podemos evitarlo indefinidamente, por lo cual mejor hacerlo ya y disfrutar tranquilos lo que queda de nuestro viaje

Peter: vamos de una vez antes de terminar arrepintiéndonos

Nuevamente se encontraban frente a una puerta esperando que los recibieran, aunque claramente no se encontraban tan emocionados como en sus otras visitas.

Demasiado rápido para ambos, la puerta se abrió y una señora de mediana edad los recibió

-señorito Peter –habló sorprendida- bienvenido, adelante

Peter: hola Graciela ¿cómo estás?

Graciela: todo muy bien señor

Peter: no tengo 50 años, podemos olvidar la parte de señor –le sonrió amable, hacía años que trabaja en esa casa- ¿Leticia y Armando están?

Graciela: se encuentran en el jardín

Él asintió y se dirigió hacia el exterior con su mano entrelazada con la de su novia. Mientras se acercaban a sus padres estos se encontraban enfrascados en una conversación, la cual se interrumpió al notar su presencia. Su madre fue la primera en hablar

Leticia: ¡hijo! Mariana! Que... placer verlos aquí- habló incomoda, pero contenta de verlos allí, se acercó y abrazó brevemente a su hijo menor y a Mariana le dio un beso en la mejilla-

Peter: hola mamá, hola papá –lo miró y asintió con la cabeza en señal de saludo-

La situación en su familia había mejorado en los últimos años pero aun el ambiente era tenso entre ellos en muchas ocasiones, más que nada cuando estaban solos. En cambio, la situación era más llevadera cuando el pequeño Noah acaparaba la atención de todos y llenaba los silencios incomodos con sus travesuras y ternura.

Leticia: siéntense, ¿desayunaron?

Peter: si, estamos bien. No hace falta que nos traigan nada

Leticia: entonces quédense a comer

La joven pareja se miró dudando, su plan de una pequeña y corta visita cayendo ante ellos.

Osvaldo: vamos, has feliz a tu madre. ¿Qué pueden tener que hacer un sábado al mediodía?

A ambos seguro que se les podía ocurrir un par de buenas ideas, sobre todo de ellos dos solos y prescindiendo de cualquier tipo de prenda. Pero era necesario enfrentar ese momento y comenzar a manejar la tensión. Si querían una vida juntos, la familia de Juan Pedro estaría en ella, mejor hacer las cosas más llevaderas.

Lali: nos parece una buena idea –sonrió tratando de relajarse. Era la primera vez que realmente veía a esa mujer, pero no estaba equivocada con la imagen que se hizo de ella. Se encontraba usando un pantalón de vestir color crema junto con una remera manga larga blanca y aunque Mariana siempre prefería vestirse de manera sencilla y cómodo, por lo cual no sabía demasiado sobre telas ni distintos tipos de prenda que podrían considerarse más sofisticados, ella supo que lo que su suegra estaba usando en esos momentos, a pesar de aparentar sencillez era realmente caro y transmitía una sensación de poder, seguridad y elegancia. Su conjunto se veía acompañado por un collar generoso, pero igualmente delicado, y sus pies se hallaban resguardados en unos lindos, pero incomodos, al menos para Mariana, tacones altos. Obviamente no saldría de compras con su suegra, nunca. Mirando a suegro podía verse lo mismo, solo que obviando la parte de tacos, claro.

Ciegamente EnamoradosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora