Capítulo 66:

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Llevaba horas sentado en la silla frente a la puerta donde Mariana se encontraba descansando. Los demás se habían ido para higienizarse, dormir un poco y alimentarse; pero él no quería irse de allí.

Pese a que ella no estaba interesada en tenerlo cerca, él quería estar allí. A pesar de que escucharlo la pusiera nerviosa, la sobresaltara y a él eso lo destrozará por dentro; él no se iba ir.

Enfermera: ¿por qué no te vas a descansar? Llevas muchas horas acá, te va hacer mal. –le dijo al salir de la habitación donde Mariana se encontraba descansando-

Peter: estoy bien ¿ella como esta?

Enfermera: dormida, más tarde viene la psicóloga para hablar con ella y empezar con las sesiones.

Él solo asintió y se quedó mirando el piso, perdido en sus pensamientos.

Enfermera: ¿querés algo de comer? No podes estar así, no necesitamos más enfermos.

Peter: que simpática –dijo irónico a pesar de saber que ella lo decía con buena onda- pero no tengo hambre.

Enfermera: hagamos algo, yo te dejo entrar a verla, a pesar de que no sea hora de visita, y vos comes algo.

Peter: -la miró- no quiero ponerla nerviosa ni que se altere –dijo segundos después-

Enfermera: solo no la toques ni trates de despertarla, háblale despacio y no creo que pase nada –sonrió- cualquier cosa apretas el botón y vengo.

Peter: te vas a comer una cagada a pedo por mi culpa

Enfermera: confió en que no vamos a llegar a eso.

Peter: ¿por qué haces esto?

Enfermera: para que comas

Peter: gracias –dijo un minuto después de solo observarla-

Enfermera: dale –sonrió- entra que yo voy por comida, tenes cinco minutos.

No esperó un segundo. No necesitaba que se lo dijera dos veces ni mucho menos pensarlo, porque lo único que quería hacer en ese momento era verla, lo necesitaba con todas sus fuerzas.

Abrió la puerta lentamente, sin hacer ruido. De la misma forma entró y caminó hasta sentarse en la silla que estaba a un lado de la cama y a una distancia prudencial. Quiso acercarse más pero no iba arriesgarse a despertarla y ponerla nerviosa.

Tampoco iba a seguir apoyando los malos pensamientos, los reproches que él mismo se hacía. En su lugar agradeció que ella estaba "bien". Le dolía muchísimo lo que había pasado, se lo iba a reprochar siempre pero no servía de nada pensar así, los pensamientos negativos te llenan de rencor, de odio y lo peor de todo, no te dejan avanzar.

Deseaba acariciarla, correrle ese mechón de pelo que tapaba parte de su rostro, abrigarla mejor, pero se contuvo.

Ya que lo único que podía hacer era mirarla se dedicó a eso. Observó sus moretones, su pelo desarreglado, sus raspones pero luego se reprochó a sí mismo y decidió concentrarse en sus ojitos cerrados, en sus labios, en esa carita hermosa que tenía, en la forma de su cuerpo...

Sonrió al recordar su locura, su esencia, su forma de ser, esa fortaleza que tenía y de la cual ahora necesitaría más que nunca. Pensó en los momentos que pasaron juntos y sin querer abusar de su buena suerte y del buen momento, decidió salir, después de todo si tenía hambre.

Sonrió aún más cuando encontró a la enfermera "casualmente" apoyada en la pared cerca de su puerta. Esta le hizo una seña de que lo siguiera y comenzó a caminar.

Ciegamente EnamoradosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora