In the paradise 26.

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Han pasado dos horas que llegamos a este precioso lugar, un lago, un bosque y un picnic hacían de esto una velada encantadora.

Estábamos sentados sobre un mantel y rodeados de la madre naturaleza.

Como un par de uvas y miré a Michael quien me miraba con una sonrisa.

—¿Tu tenias idea de que Taylor era nuestra mayor fan?—pregunta con una leve risa.

—Si, ella siempre me dijo que me mirabas diferente—reí— creí que ella solo quería darme ánimos.

—No se equivocaba.—Dice en una sonrisa y tomó mi mano.

Acaricié su mano y me recosté en su hombro.

—Esto es maravilloso, me encanta.—Digo admirando la belleza a nuestro al rededor—Me transmite mucha paz, el silencio a nuestro al rededor es simplemente maravilloso.

Michael tomó mi vientre con su mano  tenía su barbilla en mi cabeza.

—Siento que podemos estar aquí para siempre, sin que nadie esté tomando fotos o insinuando  que tú eres culpable de todo, este lugar es increíble. Y lo hace especial por qué estoy contigo—Digo y lo miro besando su quijada. Sus manos me abrazan fuerte.

—De esa manera me haces sentir, tanta paz, tanta alegría, me haces sentir especial y mimado—Dice con una risa leve y mirándome— Eres especial amor, y me siento afortunado de estar contigo. —Dice y besa mis labios— Este va a ser nuestro lugar, solo para nosotros dos, sin la prensa, sin las noticias, sin nadie, solo tú y yo.

Sonreí.

La tarde fue abrazándonos, y el cielo nos deleitaba con lindos colores, caminábamos de la mano  por la orilla del lago, el sonido del agua correr, hacia que todo fuera perfecto.

— Michael, gracias por tener tiempo para mi y traerme a este maravilloso lugar.—Dije.

Sonríe.

—No tienes que agradecer, siempre habrá tiempo para ti.—Dice mientras regresábamos de regreso a nuestro punto de inicio.

Tomé la canasta  de comida que estaba vacía por el largo día que habíamos tenido, y vimos que Bill se estacionaba para abrir la parte trasera de la camioneta.

Michael tomó la sabana y la puso en la camioneta, me negué rotundamente a que cargara la canasta.

—Señorita permítame ayudarle—Dice Bill acercándose a mi.

—No, Bill, muchas gracias yo lo hago.—Digo.

Michael niega y ríe.

—Es tan necia, Bill, no le vas a ganar cuando se propone algo, le he insistido tres veces—Dice Michael con una sonrisa.

—Supongo que no le ganaremos señor.—Bill sonríe.

Comencé a reír.

Íbamos de camino a casa, miraba por la ventana y observé algunas tiendas, el cine y a los jóvenes que pasaban con sus parejas de noche. Nunca tuve esa libertad de ir a un cine con mis amigos o con mi novio, nunca fui de compras a una tienda, nunca tuve esa libertad.

Comencé a sentir un pequeño vacío dentro de mi, y suspiré. Sentí como Michael acarició mi mano y lo miré sonriéndole leve.

—¿Todo bien?—Me pregunta preocupado. Asentí.

—Si, todo está bien.—Le dije con una sonrisa—Me divertí mucho hoy.

—Si, fue un día increíble.

Sé que notó mi pequeña tristeza de hace ratito y ahora se muestra pensativo.

—Hey, estoy bien, fue el mejor día de toda mi vida—Besé sus labios— De verdad.

Neverland | EspañolDonde viven las historias. Descúbrelo ahora