Final

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–No puede ser... –balbuceó AJ perplejo, al ver el destruido portón.

De entrada ya no quedaba absolutamente nada. El derrumbe la había destruido por completo, obstruyendo el paso con numerosos fierros y escombros. Solamente quedaba una pequeña abertura donde podía caber uno a la vez.

–¡Tengo que entrar! –señaló El Lojano, tratando de ingresar por el diminuto hoyo.

–¡Espera, es peligroso! –Lo detuve al instante, agarrándolo del brazo.

–¡Hay gente adentro! –bufó, soltándose con brusquedad. No había nada que discutir, si no hacíamos algo, las cosas podrían empeorar. Traté de luchar contra el intenso miedo que dominaba mi cuerpo y me llené de un diminuto valor, al menos por un pequeño momento.

–Entonces necesitaras ayuda –dije, tratando de sonreír.

–Bien, ¡vamos! –celebró.

–Yo también iré –informó Kikis con total determinación.

–Y yo –intervino Liar de igual manera.

–No podemos ir todos –objetó El Lojano con seriedad.

–Profes, ¿ustedes podrían quedarse aquí mientras nosotros vamos? –pidió Kikis casi rogando. AJ y Rafa apretaron los labios con frustración, dándose cuenta que no había nada en el mundo para detenernos.

–Bien, pero si ven que es peligroso salen de inmediato –amenazó AJ, tratando de fingir serenidad.

–¡Vamos! ¡No perdamos el tiempo! –reclamó El Lojano, ingresando por la pequeña abertura. Nosotros lo seguimos de igual manera, ingresando uno por uno. Yo fui el último en atravesar el hoyo y cuando vi el interior, el miedo nuevamente trató de dominarme.

El enorme techo estaba desplomado en su mayoría, solo quedaba una pequeña parte que era aguantada por las dos columnas restantes, formando una estrecha y asfixiante recamara. El lugar estaba hecho añicos, con las mesas partidas y las sillas tiradas por doquier, añadiendo el pequeñísimo detalle de los infinitos aguijones de cristal.

Todavía quedaban muchos alumnos adentro, la mayor parte aunque con heridas, aun eran capaz de moverse. Eso nos facilitó las cosas en gran medida, convirtiéndonos en simples muletas para ellos. Liar y yo ayudamos a guiarlos por la pequeña abertura, donde se encontraban AJ y Rafa esperándolos desde el otro lado.

En pocos minutos logramos evacuar a la gran mayoría, mientras que El Lojano y Kikis seguían buscando con desesperación a esas mujeres tan importantes en sus vidas.

–¡Pandora! –rugía el tatuado con el corazón herido.

–¡Fiorelha! –insistió Kikis sin importar que su garganta se desgarrara.

El oxígeno dentro era escaso y sentía que cada minuto que pasaba lo único que lograba respirar era el polvo que se encontraba en el ambiente. Habíamos logrado evacuar a todos los que estaban dentro, parecía no haber nadie más y ellas no daban señales de aparecer.

Rebuscábamos por toda la zona, apartando los escombros sin importar que las láminas de vidrios se incrustaran en nuestras manos. Con la ayuda de Liar alzamos una de las mesas que estaba cubierta con escombros, encontrando a alguien quien no estaba en nuestros planes.

–¿Oz...? –susurré con terror.

–No puede ser... –balbuceó Sr. Liar con sorpresa–. ¡Oz! –gritó, abalanzándose hacia él. Parecía estar inconsciente, sin lograr responder a las fuertes abofeteadas que le daba su mejor amigo–. Yo me encargo de él, ayuda a los demás a encontrarlas –dijo, con su rostro lleno de determinación. Pareció ganar una fuerza descomunal al verlo y cargó el peso de Oz sobre su espalda, aunque estaba claro que le costaba mucho. Aun así, a él no le pareció importar y se dirigió hacia la salida con pasos lentos.

Without ColorsWhere stories live. Discover now