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Las luces de mi habitación seguían apagadas a pesar de que nada era visible a mi alrededor. Me encantaba estar así, completamente a oscuras, siendo consumido por las tinieblas y llevado hacia un abismo sin retorno. Todo mi cuerpo yacía encima del escritorio, reposando sobre mis dos brazos. Ni siquiera la lamparita de mesa estaba prendida, la había apagado hace mucho tiempo. No sabía con certeza si mis ojos estaban abiertos o no, de todos modos, lo único que podía observar era una espesa oscuridad. Mi mano seguía entumecida, era lo único que podía sentir. Había escrito por horas y horas, sin parar ni por un momento, hasta que mis músculos me obligaron a detenerme. Mis dedos parecían estallar en cualquier instante y dentro de mi mente se desataba un completo caos.

Los recuerdos de este día me están atormentando, me devoran por dentro. Me siento tan culpable por haber sido un completo inútil, uno que no fue ni capaz de ayudar al Sr. Liar. Lo único que hice fue ver como golpe tras golpe, el irreconocible de Oz destrozaba su rostro. Mi cuerpo seguía entumecido sobre el escritorio de madera, cansado y sin ganas de moverse. Había perdido todas las energías y mi cabeza daba miles de vuelta haciéndose preguntas que solo lastimaban mi corazón. Recordé el estropeado rostro de Liar, sus palabras, sus sentimientos...

Sin importar de todo el dolor físico que pudo estar sintiendo, mi gemelo solo sufría por el rechazo de Oz. Sus últimas palabras habían resonado dentro de mí como un poderoso torbellino, revolviendo todas mis emociones. No pude evitar que mis lágrimas se derramaran. Los sentimientos de Liar hacia Oz eran tan puros y sinceros que me habían desgarrado el corazón. Sé que él sintió lo mismo, por más frío y cruel que haya aparentado ser, no podía engañarme.

El delgado trigueño abrió los ojos con perplejidad, mientras luchaba por no arrugar su rostro. Sus dientes se apretaban con fuerza y estoy casi seguro que una lágrima se deslizó por su mejilla. Oz dio media vuelta y su cuerpo tembloroso se quedó inmóvil por varios segundos, dándonos la espalda sin decir una sola palabra.

–Idiota... –susurró con un hilo de voz, marchándose lentamente. Liar no tenía fuerzas para seguirlo, ni siquiera para hablar con claridad. Solo pudo observarlo con impotencia, mientras se alejaba de nosotros.

–¿Lo hice bien? –Me preguntó, tratando de sonreír. Mi lágrimas caían a montones y apenas pude emitir un murmullo.

–Sí... –sollocé–. Lo has hecho perfecto...

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–¡Maldita sea! –rugí sin importar que mi garganta se desgarrara. Mis puños temblaban sobre la mesa, después de haber estampado un brutal golpe, reventando todos mis nudillos. Mi cuerpo se había levantado por inercia y mi pecho se inflaba por cada jadeo que emitía–. Maldita sea –reclamé nuevamente, mordiéndome los labios con reproche. Había pasado más de una hora desde que escribí la última palabra sobre el papel.

Mi historia estaba finalizada, me había puesto al corriente con cada una de mis tristes y dolorosas anécdotas. Solo me faltaba la peor de todas, la del sombrío día de hoy. Y por esa misma razón me encontraba sin saber cómo continuar. Todo lo sucedido me había destrozado y volverlo a recordar solo empeoraba las cosas. Plasmar mi historia no es una tarea fácil, para hacerlo es necesario abrir heridas que prefiero tenerlas muy bien escondidas en un baúl con llave. Pero quiero iluminar este mundo... ¡Sé que al menos alguien estará agradecido por todo el esfuerzo que estoy haciendo! Y es que lo peor de todo aún no llegaba, las cosas se iban a arruinar todavía más.

Me encontraba con Liar en la enfermería de la universidad y nuevamente fingía una falsa fortaleza. No quería preocuparme, pero era un pésimo actor. Aun así, insistía tanto en que me marchara que no tuve otra opción que obedecerlo. Su rostro lucía un poco mejor después de todo el cuidado que le proporcionó la joven enfermera. Eso me alivió un poco, y con el dolor que sentía dentro de mi pecho tuve que salir de la habitación.

Without ColorsWhere stories live. Discover now