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A la mañana siguiente, después de haber dormido casi todo el día anterior, fui a la universidad sin dejar de pensar un solo segundo en los efectos del cartón. Había hecho las cosas bien, todo tenía que salir a la perfección, pero los colores nunca se asomaron. ¿Acaso habría sido una alucinación aquella vez en la fiesta? ¿Es posible alucinar una cura? No lo creo...

Estaba almorzando junto a Fiorelha, El Duque, Sr. Liar y Oz, conversando sobre miles de estupideces. Platicábamos sobre la fiesta del Lojano, aunque en realidad, era Fiorelha la única que hablaba, y con hablar me refiero a burlarse como una histérica de nosotros. Sr. Liar estaba con la cara roja de la vergüenza, y sobretodo porque ahora éramos los cuatro que nos burlábamos de él. La maldita de mi amiga imitaba a la perfección cómo mi gemelo había quedado noqueado en el dormitorio del Lojano, con los ojos abiertos y completamente blancos.

–Ya paren... –Se quejó con una leve sonrisa. Nosotros seguíamos carcajeando.

–Lo siento –Se disculpó Fiorelha–. La verdad es que me he burlado de todos, solo faltabas tu –rio.

–Eso te pasa por estúpido –añadió Oz, también burlándose. Sr. Liar no sabía cómo defenderse, solo escuchaba con una cara de pocos amigos.

–Y a todo esto, ¿por qué no fuiste? –pregunté, dirigiéndome a Oz. Pude notar por el rabillo del ojo que Sr. Liar soltó un suspiro de alivio por mi repentino cambio de tema.

–¿Para terminar como ustedes? No gracias... –dijo de inmediato con una amplia sonrisa. Fiorelha se burló en nuestros rostros–. No, ya enserio. Sr. Liar si me invitó, pero tenía demasiados deberes ese fin de semana, así que tuve que aguantarme las ganas de ir –informó con la boca arrugada, mostrando un rostro deprimido. Y creo yo, este es el momento perfecto para la presentación del poderoso y gran Oz. Tengo que comenzar diciendo que él ha sido el mejor amigo de Sr. Liar desde la infancia. Vinieron juntos a Kiami desde su lugar natal, al igual que todos nosotros, a probar suerte. Oz es una persona tranquila y meticulosa, ligeramente más alto que yo. Es de tez morena, delgado y lleva siempre el cabello corto. Ahora que lo pienso se podría decir que es una versión flacucha de Sonrisas, claro está, sin su egocentrismo y orgullo. Oz es un tipo de hermano mayor para Sr. Liar, quien es todo inquieto y comete estupideces a diario. Desde que llegué a la universidad no ha pasado un solo día en el que no los haya visto juntos a ese par. Se la pasan de arriba abajo, como si fueran siameses. Me había sorprendido bastante no verlo en la fiesta del Lojano, pero me olvidé de preguntar sobre él con todo lo que ocurrió... Creo que es una buena justificación, tomando en cuenta que no podía distinguir los efectos del cartón de la realidad.

–Bueno, muchachos. Tengo que irme a clases –informó El Duque mientras se levantaba. Tomó los residuos de su almuerzo y se despidió una vez más antes de marcharse.

–Nosotros también tenemos que irnos –intervino Oz, mirando a Sr. Liar. Imitaron al Duque y en menos de un par de segundos, ambos ya se habían marchado del comedor.

–¿Qué harás? –Le pregunté a Fiorelha cuando ya éramos los únicos en la mesa.

–Me voy a mi departamento. Ya he terminado todas las clases de hoy –sonrió.

–Que bien... –Fingí alegría.

–¿Me contarás qué es lo que te ocurre? –dijo de repente con la voz acusante, entrelazando sus dedos y colocando su barbilla en ellos. La pregunta me había tomado por sorpresa, helándome la piel. Mi corazón palpitaba como loco y en mi mente me reprochaba cuál era el "qué" al que se estaba refiriendo.

–¿De qué hablas? –Traté de aparentar la mayor normalidad que pude. Era inútil, a esta mujer no se la podía engañar.

–No me gusta que me ocultes las cosas, Kikis... Lo sabes –Me regañó con su voz de madre–. Has estado actuando extraño desde hace dos semanas... –"¡Genial! Justo el tiempo cuando me dijeron que me quedaba tres meses de vida"–. Sabes que puedes contarme lo que sea, confía en mí... –Me mostró una sincera sonrisa, arrastrando su mano sobre la mesa hasta enlazarla con la mía. Yo la aparte de inmediato por instinto, o por miedo, sea lo que sea, me aterraba la idea de que se llegara a enterar lo que me estaba ocurriendo. No quería que sintiera lástima por mí, ni ella ni ninguno de mis amigos. Sin en realidad me quedaba tan poco tiempo no quería desperdiciar mis últimos días siendo tratado con pena. Podía imaginármelo... Todos mirándome con sus rostros acusadores, mostrándome sonrisas falsas cuando en realidad no tendrían ni la mínima idea de cómo tratarme o qué decirme. Me imaginaba a mis amigos... ¡Que doloroso era! Los podía ver claramente, tratando de consentirme como si fuera el rey supremo de toda la nación. Diciéndome a cada momento "¿Qué quieres? ¿Te gustaría...?" O "qué sea lo que Kikis quiera..." Consintiéndome en todo cuando en sus mentes lo que realmente pensarían es "Debemos hacer que sus últimos días sean inolvidables" ¡Jamás se los perdonaría! ¡No quiero días únicos! ¡No quiero tratos especiales! ¡Solo quiero mis malditos días normales! Con problemas y todo. Con momentos buenos y malos. Solo quería seguir viviendo como si no supiera que me voy a morir...

Without ColorsWhere stories live. Discover now