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¿Dónde me encontraba? Todo era tan raro... No veía absolutamente nada. Todo estaba oscuro, como un infinito hoyo negro. Comenzaba a desesperarme al no sentir mi cuerpo, era como si yo no existiera. Formaba parte de la nada..., y eso me estaba llenando de pánico. No había tiempo ni espacio. ¿Dónde estaba?

Mis dudas y miedos se esfumaron al instante cuando una pequeña pero intensa luz se iluminó justo al frente de mí. No sabía cómo llegar a ella, pero hice un enorme esfuerzo para lograrlo. Estaba acercándome cada vez más, hasta que esa potente luz me envolvió por completo, como si se fusionara conmigo...

Mis ojos se abrieron lentamente, con demasiada pereza.

Me di cuenta que me encontraba en una habitación, blanca en su mayoría y algo pequeña. Le di un vistazo rápido a mi alrededor desde la camilla en la que estaba recostado. Pude notar casi de inmediato que me encontraba en un hospital, era muy fácil reconocerlo por todas las máquinas e instrumentos dentro de la habitación. Giré mi cabeza para perderme en el amplio cielo que se contemplaba a través de la ventana. Era realmente hermoso. Podría pasar horas y horas admirándolo. "¿Qué habrá pasado?", pensé con preocupación. Lo último que recordaba era que estaba en la fiesta y luego mi mente se nubló.

Comencé a escuchar varias voces que se mezclaban desde afuera de la habitación. El ruido empezaba a molestarme y quería detenerlo. Mi vista se desvió hacia la puerta, mirando a través de la pequeña ventanilla de cristal. Pude observar a una mujer, era joven y llevaba el cabello recogido. Ella miró hacia la habitación y sus ojos se clavaron en los míos. Su rostro cambió de un segundo para otro, parecía como si hubiera visto a un fantasma. Sus ojos se abrieron como dos enormes platos y se llevó la mano a la boca para ocultar la gran abertura que había formado. La perdí de vista cuando su cuerpo se giró y salió corriendo con la velocidad de un rayo.

Todo era tan extraño...

No le di tanta importancia y seguí contemplando el maravilloso cielo. ¡Era magnífico!

Sin embargo, no pude observarlo por tanto tiempo... Un escandaloso ruido me había hecho estremecer. Era la puerta, la habían abierto de un solo empujón, estrellándola contra la pared. La mujer que reconocería a kilómetros de distancia había entrado a la habitación, se la veía desarreglada y su rostro mostraba angustia.

–¿Mamá? –balbuceé.

–¡Kikis! –gritó con euforia, corriendo hacia mí y estrujándome con un potente abrazo–. ¡Gracias a Dios! –exclamaba con lágrimas en sus ojos. Detrás de ella, pude ver que se encontraba mi padre, un tipo rudo que la mayoría del tiempo provoca más miedo que el mismo diablo. Se mostraba más calmado que mi madre, pero aun así no podía evitar tener los ojos empañados y el rostro deprimente.

"¿Qué estaba ocurriendo?"

–Mamá... m-me estás asfixiando –le reproché con la voz débil.

–¡Lo siento! –Se disculpó, soltándome de inmediato y sentándose justo al lado mío–. Es solo que... –Su rostro entristeció y desvió la mirada.

–¿Qué ocurre? –pregunté, mirando a mi padre. Él trataba de mantener la postura, pero se notaba claramente que estaba luchando para no echarse a llorar. Eso me había traído un terrible presentimiento. Él era una persona inquebrantable, siempre tan serio y frío, pero no ese día...

Mis ojos analizaban su rostro, que en ese momento parecía irreconocible para mí. Sus ojos café me miraban con tristeza.

–Kikis... –susurró con amargura.

Por cierto, antes de que te preguntes por qué ese nombre tan raro, déjame decirte que no es uno en realidad. ¡Mi verdadero nombre es mucho peor!

Without ColorsWhere stories live. Discover now