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El estruendoso pitazo anunció el final del encuentro y apenas lo escuchamos, nuestros rostros reflejaron la emoción que sentimos.

–¡Finalistas! –rugió El Duque, tirándose al suelo y meneando las manos como un loco. El Lojano y yo sonreíamos al ver su exagerado entusiasmo.

–Bien jugado –Me felicitó el tatuado, al momento que nuestras miradas chocaron, estirándome el puño.

–Tu igual –respondí, chocando mi mano con la suya–. Entonces, ¿cuándo nos pagarás esos porros? –bromeé con una enorme sonrisa. Él carcajeo a más no poder.

–Ya veremos el momento indicado... –informó, dirigiéndose hacia las gradas. Yo lo seguí por inercia, necesitaba un merecido descanso para mi adolorido cuerpo.

–¡A la final! –celebró Sr. Liar, lazándose a los brazos de Oz. No pude evitar en voltear mi cabeza hacia ellos. Ver la tremenda emoción de mis amigos me estaba haciendo realmente feliz.

–¡Así se hace! –respondió Oz, cargando todo el peso de mi gemelo. Ambos se estrujaban con potencia y brusquedad, incluso llegué a pensar que terminarían asfixiándose. Pero nada de eso...

Mis pupilas se dilataron y mi boca se abrió ligeramente al notar algo que había generado un gran impacto en mí. El mejor amigo de Sr. Liar me estaba dando la espalda, por lo que solo podía ver la cabeza de mi gemelo asomarse a través de su hombro. Y fue ahí cuando lo vi...

¿Qué tanto conocía a mis amigos? La situación de Fiorelha había hecho que comenzara a cuestionarme aquello... Y es que parecía que no sabía nada sobre ellos, sobre las personas con las que pasaba la mayor parte de mi tiempo...

Y nuevamente, esa pregunta volvió a mí, cuando vi el delicado rostro de Sr. Liar inhalando sutilmente el aroma de Oz con una complaciente sonrisa...

Mis músculos se paralizaron y mi mente se congeló, negándose a trabajar. No podía apartar la mirada de esa inesperada escena, y aunque quería negarlo, era imposible hacerlo. Su rostro se mostraba extrañamente feliz, con sus parpados cerrados y su tierna sonrisa. Podía sentir con claridad lo que él estaba sintiendo... era como verme a mí mismo cada vez que Nieve se cruzaba en mi camino...

De repente, sin previo aviso, los ojos de Sr. Liar se clavaron en los míos, provocando que mi corazón sufriera una dolorosa punzada. Por una pequeña fracción de segundo, pude ver el sorprendido y horrorizado rostro de mi gemelo, como si hubieran descubierto el más profundo de sus secretos. Yo traté de excusarme de la peor manera, girando mi rostro casi al instante y actuando como si nada hubiera pasado.

Seguí mi camino con la mente desconcertada hasta El Lojano, quién ya se encontraba descansado en las gradas en compañía de Pandora. Lo había olvidado por completo, algo que era tan obvio y que podía ponerme en una situación demasiado incómoda. Era de esperarse que el tatuado se dirigiera donde su novia, pero había omitido el insignificante detalle que con ella estaba Nieve.

–¡Jugaste estupendo, mi amor! –Lo alabó su novia, dándole un beso en los labios.

–¿Cómo no hacerlo contigo viéndome? –bromeó con una sonrisa torcida, a medida que yo me acerba a ellos.

–Ahhh... –suspiró Nueve, fingiendo enojo–. Ya basta de tanta cursilería... –reclamó, sin poder evitar sonreír después. Los tres carcajearon, al mismo tiempo que yo me posicionaba justo delante de ellos.

–¡Hey, Kikis! ¡Juegas genial! –Me elogió Pandora con sus brillantes ojos, haciendo que los tres voltearan hacia mí.

–¿Sí? –dije sin mucho ánimo. El darme cuenta que Nieve me miraba hacía que mi cerebro perdiera la capacidad de trabajar correctamente. Me senté al lado del tatuado y coloqué mi mochila sobre mi regazo, fingiendo que buscaba algo.

Without ColorsWhere stories live. Discover now