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Me hubiera gustado decir que después de la confrontación con Sonrisas no volví a vivir ninguna situación emocionante. Y es que, últimamente me había visto involucrado en todos los conflictos que ocurrían, y los problemas se acumulaban cada vez más, hasta convertirse en una gigantesca montaña que me aplastaba. Sin embargo, esto no fue así... Me hubiera gustado tanto que los días se tranquilizaran al menos un poco, que las dos semanas transcurrieran con normalidad y jugar una emocionante y pacífica final. Incluso ganarla, ¿por qué no? Sería una gran oportunidad de impresionar a Nieve e invitarla a salir. Pero la vida siempre se empeña en ser caprichosa y presentarte los peores escenarios, aunque precisamente eso es lo emocionante y misterioso de vivir, porque uno nunca sabe lo que va a suceder... Y yo ni siquiera tenía idea de que pronto tendría que decirle adiós a mi leal compañera de aventuras, y quizá para siempre...

La semana transcurrió con una torturante lentitud, o puede que haya sido porque ni siquiera asistía a clases, al igual que Fiorelha. No tardó para que los amigos cercanos de ella comenzaran a preocuparse por no verla en la universidad, y peor aún, porque ni siquiera respondía los mensajes. Yo era el único que tenía contacto con ella, trataba de visitarla todos los días y conversábamos por horas. Me gustaba pasar el tiempo con mi amiga, pero me sentía intranquilo. No podía mirarla a la cara sin sentir un horripilante escalofrío que me erizaba la piel. Sus ojos eran tan tristes, tan opacos... Fiorelha estaba vacía por dentro y no tenía idea de qué podría llenarla. Aunque ella trataba de disimularlo, y vaya que era buena haciéndolo, no podía engañarme. El dolor de su alma podía sentirse claramente en su mirada, y sus sonrisas falsas no podían ocultar esa angustia y desesperación que la carcomía por dentro. Sinceramente, quería estar todo el tiempo posible junto a ella, por el simple hecho de que me aterraba la idea de dejarla sola. Cada vez que me despedía de Fiorelha y regresaba a mi casa, los recuerdos de aquella ocasión atormentaban mi mente. La volvía a ver desplomada en el suelo, ensangrentada, con sus delicados ojos cerrados. Cada vez que tocaba a su puerta para visitarla, rogaba para que la tragedia no se volviera a repetir. Tenía el asfixiante presentimiento de que si la dejaba sola, algo terrible pasaría. De que la afligida de Fiorelha cometería alguna estupidez que me causaría el sufrimiento más grande con el que tendría que lidiar.

Y me duele tanto recordar esta parte, porque ese día llegó...

No estoy tratando de decir que Fiorelha intentó nuevamente quitarse la vida, o alguna estupidez parecida. Sin embargo, tomó una decisión que me partiría el alma, y sin duda, también la de sus amigos cercanos.

Era miércoles por la tarde y ambos llevábamos más de una semana sin asistir a clases. Le había escrito para saber si podía visitarla pero no obtuve respuesta, provocándome una horripilante sensación. Ella siempre me contestaba al instante, y esta vez ni siquiera le llegaban los mensajes. Volví a insistir en vano, siendo víctima de una angustiante desesperación. Los nervios me carcomían lentamente y dentro de mi cabeza se volvió a plasmar la escena que a mi parecer nunca olvidaría. Había miles de razones para que los mensajes no le llegaran, pero yo solo pensaba en los peores escenarios. Todo empeoró cuando recordé las escalofriantes palabras del doctor el día en que toda la tragedia sucedió:

Un minuto más y no viviría para contarlo...

"¡Al carajo con ese minuto!"

No iba a desperdiciar más tiempo. La vida de Fiorelha estaba en peligro y cada segundo era tan valioso como el oro. Ahora entiendo porque todo el mundo usa esa frase tan trillada...

Corrí con toda la potencia que mis piernas me permitían. Mi garganta se resecó al primer minuto y mi pecho parecía un potente tambor. Estaba decidido a evitar cualquier estupidez que se le haya cruzado por la mente de esa maldita egoísta.

Without ColorsWhere stories live. Discover now