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Era tan extraño lo que mi cuerpo sentía en ese momento. Era una especie de dolor que me carcomía por dentro, como si un parasito gigante estuviera desgarrándome el estómago. Sentía que mi mente se había desenchufado del resto de mi cuerpo y que mi alma se desquebrajaba en miles de pedazos. Recordé aquella ocasión en la que me informaron que mi corazón era un completo mediocre, y que no podría cumplir con su trabajo más tiempo que tan solo tres meses. Recordé esa sensación..., aquella en la que mis músculos se adormecían y mi corazón parecía haberse paralizado como un bloque de hielo. Aquella en la que no sabía si seguía respirando y que aunque mis ojos se mantenían abiertos, no estaba observando nada realmente. Ese momento, en el que me di cuenta que la vida es efímera y carente de todo sentido. Aquella ocasión en la que sentía como caía en un infinito abismo sin salida, era tan similar a la que sentía cuando escuché el nombre de Nieve salir de los finos labios de Fiorelha. Sin embargo, aunque la sensación era tan parecida... a la vez era completamente diferente.

Una cosa es darse cuenta que tu vida está cerca de acabarse. De todas formas, lo que nos une de todos los seres vivos es que un día dejaremos de existir. Lo único que había cambiado en mí es que conocía mi fecha límite, ni más ni menos. Así de simple...

Pero, mientras que la una me acortaba la existencia, la otra me estaba quitando el significado de mi tiempo restante...

Enterarme de que moriría en tres meses me había quitado los colores, pero haberme enterado de esto me aseguraba que mi existencia se mantendría tan opaca y gris como todo lo que veían mis ojos...

–¿Te encuentras bien? –preguntó mi amiga con preocupación. Su tierna voz me había hecho despertar del trance en el que me encontraba. Mis pensamientos se habían esfumados en un parpadeo, mientras trataba de asimilar su pregunta.

–S-sí... –dije con la voz apagada.

–Lo siento tanto... –Trató de animarme, apoyando su mano sobre mi hombro. Aunque lo intentaba, su tierna sonrisa no me quitaba la tristeza que invadía mi corazón.

–No te preocupes –murmuré–. Es solo que... bueno, me impactó la noticia –sonreí forzadamente. Ella lo notó de inmediato, me conocía muy bien como para engañarla.

–¡Anímate, Kikis! –Siguió en su obstinado intento por cambiarme el semblante–. Ya llegará la mujer correcta... Además, tienes una larga vida por delante –dijo con una sincera sonrisa, dándome una suave palmada en mi espalda. "Cierra la boca, Fiorelha... Enserio, lo estas arruinando..." La regañaba en mi mente.

–Gracias –Fingí mejoría–. Ahora me siento un poco mejor –mentí.

–Necesitas distraerte –sugirió.

–No otra fiesta, por favor... –intervine de inmediato. Ella rio, negando con la cabeza.

–Nada de eso. Esta noche saldremos a comer los de siempre. Iremos El Duque, Sr. Liar, Oz, Damisela y yo –dijo mientras contaba con los dedos–. Iba a decírtelo, pero ocurrió todo eso en el comedor y ya sabes el resto... –Su voz se entrecortó y su semblante se tornó levemente depresivo.

–¡El comedor! –reclamé de repente al recordarlo–. ¡Fiorelha, la fila! –dije con los ojos abiertos–. No hemos comido nada...

Apenas escuchó mis palabras, ella se llevó las manos a la boca, abriendo sus ojos con sorpresa. Nos levantamos de un salto y salimos corriendo hacia el comedor. Cuando entramos pudimos notar que la mayoría de las personas que estaban se habían marchado. Solo quedaban pocos alumnos almorzando en las mesas, y la fila estaba completamente vacía. "¿Cuánto tiempo habrá pasado?", pensé con preocupación. Nos acercamos al servicio de buffet a toda prisa y nos desilusionamos al ver todo vacío.

Without ColorsWhere stories live. Discover now