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Liar parecía un indefenso niño llorando sobre mi hombro. Su pecho se hinchaba con cada jadeo que emitía y las lágrimas empapaban mi camisa con rapidez. Todo esto parecía una locura, como salida de una pantalla melodramática de cine. Faltaba un poco más de tres semanas para que mi último día llegara y las cosas solo empeoraban más y más.

–Llora... –susurré, mientras le acariciaba la espalda–. Saca todo ese dolor de tu cuerpo... No dejes ni una sola gota –dije con la voz temblorosa.

Liar siguió mis instrucciones, desahogándose como un pequeño bebé. Contuve mis lágrimas con gran esfuerzo, debía lucir fuerte para él. Su mejor amigo, casi como su hermano mayor, lo había dejado solo e indefenso en este mundo tan cruel...

–¿Qué debo hacer? –chilló, apartándose levemente de mi rostro–. ¿Cómo lo recupero? –dijo con un hilo de voz.

"Liar..." Me lamenté en mi mente. "No lo sé...", reclamé. "En verdad no lo sé..."

–¿Has hablado con él? –Fue lo único que pude decir.

–Quiero hacerlo, pero no encuentro las palabras adecuadas –Se quejó entre lágrimas–. No sé cómo enfrentarlo –añadió.

–Solo sé tú mismo –fingí sonreír, captando la mirada atónita de Liar–. Eres una de las mejores personas que he conocido –dije con sinceridad–, así que sé tú mismo.

–Pero... –balbuceó con desánimo– ¿Y si no funciona?

–Entonces él se lo pierde –bromeé, sacándole una leve sonrisa a mi gemelo. Él resopló con incredulidad, restregándose las lágrimas de su rostro y recuperando la postura. Era un alivio volver a tener al mismo de siempre, al tierno y extrovertido Liar.

–¿Seguro que funcionará, che?

–¿Che? –repetí con el ceño fruncido–. ¿De dónde sacas esas mierdas? –bromeé, haciendo que mi gemelo carcajeara a más no poder.

–¿Te parece mejor wey? –dijo con inocencia, soltando una potente risotada. Ambos reíamos sin parar, recorriéndome un gran alivio en todo mi cuerpo–. Bueno, es hora de la acción –dijo con seguridad. Se levantó de un solo salto y se restregó las últimas lágrimas de su rostro.

–Espera, ¿qué? –Liar me ignoró por completo y abrió la puerta del retrete, dirigiéndose hacia los lavabos. Limpió su rostro con empeño, luciendo como si nada hubiera pasado–. ¿Qué harás? –pregunté con horror.

–Es obvio. Arreglaré las cosas con mi hermano del alma –dijo con orgullo, mostrando una alegre y tierna sonrisa.

–¿Qué? –balbuceé con mis ojos desorbitados–. No quise decir... –Traté de ratificarme pero era demasiado tarde, Liar había salido de la habitación con paso firme y seguro–. ¡Espera! –grité, siguiéndolo.

"¡Maldición!"

Sé que suena contradictorio, pero realmente el teatro anterior solo había sido para reconfortarlo. Oz se había convertido en alguien completamente diferente, lleno de tanto odio y rencor. Con "sé tú mismo" trataba de decir "no te preocupes y dejármelo todo a mí." Mi plan era arreglar las cosas con Oz, hacerle entender lo idiota que era su actitud y que se diera cuenta que estaba perdiendo a una gran persona por su estupidez. Pero no había tomado en cuenta que Liar podría ser más estúpido que cualquier otro...

Mi gemelo se movía con rapidez, y aunque solo caminaba, su velocidad era de otro mundo. Daba pasos agigantados, mientras que yo tenía que trotar para seguirle el ritmo.

–¿Estás seguro? –insistí al lado suyo, siguiéndole el paso. Liar no se detenía, ni siquiera pestañeaba. Caminaba como si fuera un robot, girando su cabeza de lado a lado en busca de un solo objetivo.

Without ColorsTahanan ng mga kuwento. Tumuklas ngayon