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Me encontraba en el autobús dirigiéndome hacia la universidad. No había logrado pegar mis ojos en toda la noche y me sentía terriblemente cansado. Miraba a través de la ventanilla con la mente desenchufada, como si no estuviera dentro de mi propio cuerpo. La noche anterior, cuando logré superar la crisis, el dolor se desvaneció como por arte de magia. Nunca logré descubrir si fue producto de mi imaginación o si realmente mi corazón estaba sufriendo un fallo en ese momento. Aun así, me sentía más motivado que nunca, pero eso no podía engañar a mi cuerpo de que no había descansado en todo el día.

Tomé las primeras horas de clases con normalidad. Solo Sr. Liar y Oz estaban conmigo en el mismo salón. Mi gemelo me comentó que los juegos deportivos estaban a punto de comenzar. Siempre nos inscribimos en el torneo de futbol sala y aunque nunca ganamos, es divertido vernos juntos en un mismo equipo.

–¡Esta vez nos llevaremos la copa! –comentó Sr. Liar con entusiasmo.

–Si no cometieras tantos errores... –bromeó Oz.

–¡Hey! –exclamó–. El torneo anterior lo perdimos por El Duque, por jugar borracho –Se lamentó. Los tres carcajeamos.

Era verdad. El semestre pasado llegamos hasta la semifinal y la ganamos. Pero al terminar el partido, descubrieron que El Duque había llegado borracho al encuentro deportivo y nos descalificaron. Hicimos que nos pagara un almuerzo a todos. Por idiota...

–¿Y cuándo comienza? –pregunté con preocupación.

–El lunes que viene –informó Oz. Yo solté un suspiro de alivio, tenía miedo de que se acercara a la fecha que tanto temo.

–Genial –celebré sin ánimo.

–Pero tenemos un problema –añadió Sr. Liar, arrugando los labios. Yo fruncí el ceño, pidiendo respuestas de inmediato–. El Crack no podrá jugar con nosotros –Se lamentó.

–¿Qué? ¿Por qué? –pregunté sin entender.

–Se acaba de retirar de la universidad –intervino Oz.

–¿¡Qué!? –Abrí mis ojos como platos. No es que El Crack haya sido un amigo de esos que dejan huellas, pero aun así, compartimos buenos momentos con él. Era más amigo de Sr. Liar, con quien compartía la mayoría de clases, por esa razón jugaba en nuestro equipo. Muy pocas veces salimos todos juntos a hacer algo que no tuviera que ver con los juegos deportivos. No me afectaba su retiro por ser El Crack, lo hacía porque me molestaba que las personas le dieran la espalda a Kiami–. ¿Por qué se fue? –dije al fin.

–Tenía miedo... –susurró Sr. Liar. Yo sentí una terrible punzada en mi pecho, estremeciéndome. Sus palabras habían sonado tan doloras e inquietantes que no pude evitar sentir un escalofrío.

–¿Miedo? –balbuceé.

–De los hombres de negro... –intervino Oz–. Él llevaba el mismo tiempo que nosotros en la universidad y le aterraba la idea de que fuera a ser clausurada. Sentía que estaba perdiendo el tiempo... que todo su esfuerzo se iría a la mierda si esos tipos lograban comprar el instituto –Mi gemelo y yo lo escuchábamos atentamente, haciendo completo silencio. No pude evitar en notar la tierna mirada con la que veía Sr. Liar a su mejor amigo. Sus ojos transmitían admiración hacia él, como la que siente un pequeño niño al escuchar a su hermano mayor. Pero no... No era solo admiración. Sus pupilas brillaban de una manera especial, como si Sr. Liar estuviera... –Por eso se marchó... –finalizó Oz, despertándome del trance. Yo apreté mis puños con disimulo al enterarme de toda la historia, esos tipos de negro empezaban a irritarme. ¿Qué se creían Claus y sus hombres? ¿Creen que con dinero pueden obtener lo que sea? ¡Con Kiami se han equivocado!

Without ColorsWhere stories live. Discover now