Las personas son tan malvadas...

"¡Maldita sea!"

–¡Están muertos! –gruñó Sonrisas con la mirada enfurecida. Sus compinches se prepararon para sus órdenes, crujiendo los dedos de sus manos–. ¿¡Me escuchan!? –Se alteró el trigueño–. ¡Todos ustedes! –dijo, apuntándolos como un demente–. ¡Los haré añicos con mis propias manos! –rugió, mostrando sus afilados dientes. Pero de pronto, un reconfortante alivio recorrió mi cuerpo, haciéndome suspirar de alegría. Al fin todo había terminado, y aunque habían demorado tanto, mejor era tarde que nunca.

Se escuchó el ronquido de un profesor, tosiendo un par de veces para aclararse la garganta. Sonrisas torció el cuello al notar la mano de Rafa sobre su hombro, volteándolo a ver.

–Basta... –ordenó con su atractivo acento portugués. Aunque su rostro se mostraba serio, no parecía estar enojado. Ni siquiera en la peor de las situaciones se podía observar a Rafa con el semblante furioso.

"¿Acaso es humano...?", bromeé en mi mente.

Por su parte, AJ se encontraba en medio de los dos bandos, mirándolos de lado a lado. Su postura era firme y tranquilla, manteniéndose de brazos cruzados. Sabía muy bien que solo bastaba de su presencia para terminar con toda esta estupidez.

–Chicos, a sus casas... El torneo ha terminado –informó con seriedad. A diferencia de Rafa, AJ era alguien que podía ajustar sus emociones con facilidad. En un momento puede ser el mejor de los amigos, pero en tan solo un instante, podría convertirse en una bestia si la situación lo requiere.

Sonrisas rechinó los dientes, apretando los puños con impotencia. Estaba claro que se encontraba inconforme y que no lo dejaría así.

–Esto no ha terminado... –amenazó, mirándolos de reojo–. No he acabado contigo... –añadió, desviando su mirada hacia mí. Sus destellantes y furiosos ojos me hicieron temblar de miedo, estremeciendo mi cuerpo.

–¿No han escuchado? –insistió Rafa con amabilidad–. No hay nada que hacer aquí, así que muevan, muevan... –ordenó de manera graciosa, gesticulando con las manos.

El furioso trigueño tuvo que tragarse la rabia que recorría su cuerpo, y dio media vuelta junto a sus aliados. Sabía muy bien que no era el momento adecuado para cometer una estupidez, y mucho menos al darnos cuenta que los demás profesores habían llegado al centro del problema.

Mi cuerpo al fin volvía a recuperar la calma y tranquilidad. Mis músculos dejaban de estar tensos y el nudo en mi garganta se desvanecía de a poco. El trío de idiotas se alejaba de nuestra vista, al igual que la mayoría de personas que se encontraban en el coliseo. Todo parecía mejorar, pero en ese momento, mi corazón sufrió una punzada demasiado dolorosa al verla.

"Nieve..." pensé con un terrible ardor en mi pecho.

Ella era la única que seguía en las gradas, sentada con sus manos descansado sobre su regazo. Ver su rostro lleno lágrimas era una completa tortura para mí. Esa cara tan angelical y perfecta, arruinada por el dolor que sentía su alma, me volvía loco. Sus labios carmesí lucían tan intensos como la misma sangre, y estaban tan brotados que parecían dos gigantescas fresas. Sus párpados hinchados y su rostro enrojecido solo la hacían lucir más hermosa ante mis ojos. Pero aun así, podía sentir su sufrimiento con claridad.

En ese momento, hasta el cielo se compadeció de ella, dando inicio a una estruendosa lluvia que caía como ráfagas contra el suelo. Hasta los astros sufrían de ver a esa indefensa doncella, devorada y siendo sumisa por la peor tortura de todas. Su corazón debía estar hecho añicos, y el cielo lloraba junto a ella.

Si tan solo ese científico loco tuviera lista la medicina en ese momento, yo hubiera hecho cualquier cosa con tal de curar el sufrimiento de su alma...

********

–Un poco más y... ¡listo! –celebró el doctor.

–¿Cómo se encuentra? –preguntó El Duque con preocupación.

–No es nada grave. Solo tuve que cocerle algunos puntos... Se recuperará en una semana si sigue mis indicaciones –informó con su voz melodiosa.

Yo asentí sin hablar, mientras deslizaba mis dedos por la parte trasera de mi cabeza. Hice una mueca de dolor cuando sentí un punzante dolor en la herida, mostrando mis dientes por una fracción de segundos.

–No se preocupe doctor, es un chico muy obediente –sonrió AJ, mirándome con compasión.

Mis amigos se mostraban preocupados. El Sr. Liar movía sus manos con impaciencia, mientras no dejaba de morderse los labios. Por su parte, el rostro del Duque mostraba rabia e impotencia por todo lo que había sucedido.

Después de que el conflicto se apaciguara, AJ se me acercó para revisarme. Notó que tenía una gran herida detrás de mi cabeza. Él me contó que apenas empezó el partido, Sonrisas se me abalanzó como una bestia salvaje, tumbándome al suelo. Como mi cuerpo no me respondía y mi mente se encontraba desenchufada, caí estrepitosamente como un costal de papas. El sonido del golpe estremeció al público, haciendo que el partido se detuviera al instante y que todo el caos comenzara.

–Lo siento por la demora –Se excusó El Lojano, haciendo aparición en el salón de emergencias–. Tuve que dejar a Pandora y Nieve a sus departamentos y se me hizo algo tarde –añadió, rascándose la cabeza.

Él había sido el primero en reaccionar. Al parecer, lo que me hizo Sonrisas había sido la gota que rebosó el vaso, y simplemente estalló de ira. Sabía con certeza que el tatuado odiaba al trigueño por todo lo que le había hecho a Nieve, incluso puede que lo odie más que yo...

–No hay problema –respondió AJ–. Ya se encuentra mejor –dijo, sonriendo. Soltó el aire de sus pulmones con cansancio y se acomodó el cabello con disimulo–. Bueno, chicos, me tengo que ir... –Se despidió, dirigiéndose a la salida a pasos lentos–. Y por cierto –Se detuvo, volteando únicamente su cuello hacia nosotros–, no cometan una estupidez... –dijo con seriedad, entrecerrando los ojos y mostrando una sonrisa que me heló la sangre.

En serio, AJ puede llegar a ser terrorífico cuando se lo propone...

Without ColorsWhere stories live. Discover now