"¡Maldición!", me quejé en la mente al sentir la mano de Sr. Liar apretar la mía.

–¡Te he dicho que esperes! –rugió, volteando mi cuerpo para encararme. Él se detuvo justo delante de mí, clavándome su desafiante y acusadora mirada. Mostraba furia y decepción, y aunque recordaba con claridad sus preciosos ojos avellanas, podía entender a la perfección todo lo que transmitían, sin importar que para mí se hayan convertido en grises y opacos.

Volteé disimuladamente mi cuello para observar hacia mi espalda. El baño estaba a tan solo unos metros y se me hizo tentadora la idea de salir corriendo, pero al parecer Sr. Liar podía indagar dentro de mi mente ya que no soltaba su agarre. Sus manos presionaban las mías con fuerza, como si se trataran de dos inquebrantables esposas.

–Lo sé... –insinuó, mirándome con su penetrante mirada. Mantenía sus párpados más abiertos de lo normal, pareciendo un científico loco que acababa de hallar el descubrimiento del siglo. Su rostro mostraba sorpresa y perplejidad, pero el brillo en sus ojos me transmitía la angustia que estaba sintiendo.

Mi gemelo se mordía el labio constantemente, y su agarre no se inmutaba ni un poco, obligándome a ser dominado por esa torturante mirada.

–¿Dé que hablas...? –Traté de fingir, desviando mis ojos.

–¡No te hagas el idiota! –bufó, clavando sus uñas en mis muñecas. Mostré un gesto de dolor, apretando mis parpados por un instante y volteando nuevamente a verlo. Al reencontrarme con sus destellantes ojos supe de inmediato que no quería que le apartara la mirada. Por esa razón, usó un pequeño castigo. No quería que huyera, quería que lo enfrentara valientemente. Quería que enfrentara la verdad...

"Voy a morir...", pensé. "¡Lo sabe!", reclamé en mi mente. "¡El maldito lo sabe!"

–Yo... –balbuceé, con el alma rota en miles de fragmentos.

–¿Hace cuánto lo sabes? –preguntó con el ceño fruncido, tratando de mostrar enojo, pero la verdad es que estaba sufriendo de igual manera o más que yo, se lo podía notar en su humedecida mirada. Estaba haciendo un enorme esfuerzo por no echarse a llorar, aunque yo también hacía lo mismo. Al parecer, era una extraña competencia donde el primero que derramaba una lágrima perdería.

La verdad es que con todo lo que he llorado últimamente, hubiera apostado todo al Sr. Liar...

–¿Saber qué...? –repetí, tratando de fingir desentendimiento. Quise intentar una última vez, pero mi gemelo ni siquiera se inmutó.

–¡Responde! –insistió, totalmente seguro de lo que decía.

"El maldito lo sabe todo, y no se irá sin ninguna respuesta."

Mi mente estaba hecho un lío y no sabía cómo tenía que actuar. Cuando me enteré que iba a morir, creí que sería un trabajo sencillo ocultárselo a mis amigos. Vamos, que tan solo era tres meses sin abrir mi boca ni mencionar nada al respecto. Un trabajo sencillo que solo un idiota sería capaz de fracasar.

Exacto. Un idiota como yo...

Y ahora por un estúpido error, tenía que enfrentarme a la realidad de que mis amigos se enteraran sobre mi patético corazón. Con eso empezaría los tratos especiales, las miradas llenas de lástima y sobre todo, el intento por hacer de mis últimos días "los mejores." ¡Qué tortura! Preferiría morir de una maldita vez...

–Hace dos meses... –respondí cabizbajo. Y eso, además de ser la confesión que jamás pensé realizar, también me había hecho notar algo que no tomaba en cuenta.

"Dos meses..."

"Queda uno solo..."

"30 días..."

"En 30 días... Yo...". Y en ese preciso momento, una lágrima recorrió mi mejilla.

Una nueva derrota en mi vida, el inoportuno de mi gemelo ganó la apuesta.

–¿¡Hace dos meses!? –repitió Sr. Liar con los ojos abiertos como platos–. ¿¡Dos meses!? –reclamó, soltándome al fin de sus garras–. Dos meses... –dijo para sí mismo, como si estuviera a punto de sufrir un desmayo. Se llevó las manos a la cabeza y se removía el cabello con inquietud, al mismo tiempo que caminaba de lado a lado–. Dos meses... –repitió.

–Liar... –susurré, preocupado.

–¡Dos meses! –bufó, posicionándose a tan solo un paso delante de mí, con sus ojos llenos de cólera–. ¿¡Lo sabes desde hace dos meses... y recién me entero!? –dijo dolido–. ¿Acaso pensabas ocultármelo o qué? –reclamó con los brazos abiertos–. Y los demás... –susurró con preocupación–. ¿Lo saben...?

–No... –respondí con la mirada al piso. Pude escuchar un suspiro de alivio por parte de mi gemelo. Levanté ligeramente la mirada y vi que respiraba con torpeza, sin dejar de rascarse la cabellera.

–¿Por qué no me lo habías dicho? –preguntó, tratando de calmarse.

–Yo... –balbuceé, pensando una buena excusa.

–¿Acaso creías que se burlarían?

–No, no es eso... Solo que... –Mi mente me había abandonado y mi lengua estaba lo suficientemente trabada como para que mis palabras no se entendieran. Mi corazón latía con desenfreno y solo deseaba que la tierra se abriera y me tragara.

–¿Sientes vergüenza? –preguntó deprimido.

–¡No! –dije con firmeza–. Simplemente es difícil tratar con algo así... Uno no se lo espera y...

–¿Acaso tenías pensado evitarme? –insinuó ofendido, a punto de llorar.

–No... –respondí por inercia–. Yo solo...

"Espera... ¿qué?", pensé con estupefacción. "¿Por qué demonios haría eso...?"

–¿De qué hablas? –pregunté con las cejas arrugadas.

–No te hagas el desentendido –reclamó–. En el salón de clases estabas haciéndolo, ¡tratabas de evitarme! ¿Acaso crees que es contagioso o algo? ¡Já! –protestó con sarcasmo–. ¿Acaso tienes miedo tocarme? –insinuó ofendido, lleno de ira.

"¿De qué rayos habla...?"

–¡Pues hazlo! –bufó, volviendo a sujetarme ambas manos con sus garras–. ¡Mira! ¡No pasa nada! ¿¡Lo ves!? –chilló con la voz rota–. No tiene por qué cambiar las cosas... Todo puede seguir siendo igual... –Se quejaba con lágrimas en los ojos–. Nuestra amistad no terminará sin importar el hecho de que sea gay... ¿verdad? –Rompió en llanto, con el alma hecha pedazos.

Without ColorsWhere stories live. Discover now