Capítulo V. Una grata sorpresa

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Septiembre, 341 después de la Catástrofe

Apenas tuve poco más de un mes para prepararme. No me sorprendió que no encontrasen a nadie cualificado para el puesto, eran muy pocas horas a la semana y, aunque estaban bien pagadas, no merecía la pena si podías encontrar un empleo más constante. Yo era un escultor que tenía poco que perder: los encargos llegaban con tiempos dilatados y en ocasiones podía pasarme semanas sin trabajar. Aquel empleo me favorecía: no solo se trataba de una fuente de ingresos extra, sino que rellenaba los tiempos muertos y me ayudaba a distraerme.

Pensé que era precipitado aceptar un puesto de tanta responsabilidad —porque un profesor no solo es maestro: también es un guía—, cuando apenas había salido de una situación de fragilidad emocional y distanciamiento social alimentada durante tantos años, pero cuando Christopher me llevó a conocer al director de la Academia Interna, en el Subsuelo, todos los miedos infundados se evaporaron al explicarme que el trabajo de un profesor era el más fácil del mundo.

—Lo único que debe hacer, Bauer, es organizarse las clases, corregir deberes y asistir a reuniones. El libro le va a ayudar mucho a saber por dónde puede tirar, está estructurado en contenidos. Usted debe organizarse las clases teniendo en cuenta los contenidos del libro para que no se quede nada sin explicar.

Ojeé por encima el volumen de generosas dimensiones que me había entregado. Se había reproducido con imprenta, un invento maravilloso que permitía hacer ladrillos como ese en muy poco tiempo.

—Eso es todo?

—Oh, no, por supuesto. Debe encargarse de explicar los contenidos en cada clase. Solo tiene ocho horas a la semana, así que trate de aprovechar el tiempo al máximo. Aunque claro, ni siquiera hace falta que dé explicaciones, en el libro ya viene todo bien explicado y detallado. También debe hacerse una plantilla para los exámenes, uno por cada contenido del libro, es decir, doce en total.

—¿Doce exámenes en ocho meses?

—Sí, pero no se preocupe, basta con que se haga unas plantillas, no le llevarán más de quince minutos cada una y las puede usar el próximo año. Ah, además, procure poner bastantes ejercicios, si no, la mayoría no abrirán el libro. Los jóvenes no saben valorar la educación, les damos bastantes facilidades y aun así no se esfuerzan.

Volví a mirar el libro. Cuando yo estudiaba, la imprenta de tipos móviles era un invento reciente, y había muy pocos libros reproducidos en serie, por lo que estudiábamos en casa desde los apuntes que habíamos tomado en clase durante la explicación del profesor. Los tiempos estaban cambiando, ya no hacía falta intentar transmitir conocimientos de palabra cuando quinientas páginas de texto apretujado podían hacerlo por nosotros. Benditos libros de texto. Iban a pagarme cincuenta marcos al mes por no hacer prácticamente nada, ojalá hubiese conocido antes el gremio.

—¿Algo más?

—Sí, mire, el profesorado tiene un ciclo para hacer guardias nocturnas. Bueno, usted ha estudiado aquí, ya sabe cómo va esto. Se le asignará una habitación, las guardias suelen ser de una noche cada dos semanas. Aquí tiene la llave de su habitación, el resto se las van pasando entre ustedes.

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