Recuerdo 5. Cuidado con los lobos

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Mayo, 323 después de la Catástrofe

Por la noche nos reunimos en el cementerio como habíamos acordado. Saltamos el muro y nos escondimos en unos arbustos cercanos a la entrada para poder ver a Christopher y Eden cuando llegaran. La densa niebla nos ayudaba a cubrirnos, quizá generándonos demasiada confianza.

—Gabrielle —la llamó David en voz baja—, ¿entonces no piensas casarte nunca?

Puse los ojos en blanco, aquel no era el mejor momento para ligar. Ella se quedó algo descolocada por la pregunta.

—Supongo, si encuentro a la persona adecuada. La cuestión es que me casaré tendré hijos si yo quiero, no porque los demás me digan que es lo que tengo que hacer. Pero para mí la prioridad es tener una carrera profesional. Y el que quiera casarse conmigo tiene que respetarlo.

—Entonces, ¿ese es tu tipo de «persona adecuada»?

—Bueno, supongo que sí...

—A ver, ¿podéis hablar más bajo? —susurré—. ¿O queréis que nos descubran?

David hizo una imitación de mi reprimenda con la mano y le di un codazo.

Estuvimos esperando alrededor de una hora, aburridos y exhaustos. Ni David ni yo habíamos dormido la noche anterior y debía de ser la una de la madrugada. Estaba tan cansado que en cierto momento empecé a preguntarme por qué hacía todo aquello. Lo único que me importaba en ese momento era poder dormir tranquilo en una cama mullida, y no estar pasando frío entre tumbas y piedras que se me clavaban en las rodillas.

Pero cuando aparecieron sentí que había valido la pena la espera. Escuchamos chirriar la puerta de hierro de la entrada y luego unos pasos pisando la tierra pedregosa del camino.

David nos advirtió con aspavientos que ni se nos ocurriera hacer el mínimo ruido y, al ver al grupo, entendimos por qué. Zafiro les acompañaba. El demonio de cabello azul era capaz de detectar el sonido más sutil en la distancia. Si Zafiro nos escuchaba hablar, o movernos de una forma que pudiese delatar nuestra presencia, no solo nos llevaríamos un castigo, como mínimo, sino que se habría terminado nuestra sesión de espionaje y con ello nuestra última oportunidad de entender lo que estaba pasando.

Así pues, esperamos a que se alejaran lo suficiente como para que nuestros movimientos sutiles pudiesen ser percibidos como sonidos corrientes de la noche, camuflados por el viento y amortiguados por la niebla, y los vimos marcharse por el pasillo de gravilla flanqueado por largos y enjutos árboles cipreses.

Pese a la escasa visibilidad que nos permitía la niebla, sabíamos adónde se dirigían. Y puesto que habíamos ido a la tumba de Mark Hammer aquella misma tarde, nos acercamos sin titubeos, poco a poco, dando pasos cortos solo cuando el sonido del viento pudiese amortiguar nuestras pisadas, hasta llegar a un punto en el que conseguimos vislumbrarnos. Los dos hombres que les acompañaban la noche anterior cavaban la tierra y extraían el ataúd.

Esperamos inmóviles a que terminaran y se fueran con el ataúd para poder salir del cementerio sin que se percataran de nosotros. Ya habíamos visto lo que teníamos que ver, habíamos confirmado que extraían los cuerpos de los soldados fallecidos por algún motivo, y que luego los llevaban al Subsuelo a través de la entrada en el despacho. Pero no podíamos seguirlos más allá, puesto que no sabíamos con qué nos encontraríamos, ni si podríamos observarlos sin ser vistos.

De pronto, escuchamos unos golpes. Los hombres tuvieron que soltar el ataúd ante la sorpresa, y sin apenas tiempo para reaccionar, la caja explotó de alguna forma y salió de ella una silueta monstruosa.

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⏰ Última actualización: Mar 14 ⏰

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