El Duque imitó el mismo ritual para saludar al Lojano y entró al dormitorio. ¿Es que acaso todos eran amigos de él y yo ni cuenta me había dado? ¿Qué tanto conocía a mis amigos?

Fiorelha fue la siguiente. Hizo lo mismo y luego le dio un beso en la mejilla, ingresando sin perder tiempo. Solo faltaba yo. Me sentía tan incómodo, tenía la extraña sensación de que no encajaba en un lugar como ese.

–Hola –Le saludé con amabilidad, estirando mi mano para estrechar la suya. Él me quedó viendo sin comprender. Las comisuras de sus labios comenzaron a curvarse a medida que se formaba su enorme sonrisa, riendo con gracia.

–¿Qué son esas formalidades? –preguntó sin dejar de reír–. Choca... –Me invitó, mostrándome el puño. Después de todo, hice lo mismo que mis amigos e ingresé a la guarida.

El Lojano cerró la puerta y siguió mis pasos. Mi sensación de no encajar se intensificó cuando observé a varias personas dentro de la habitación, ninguno conocido mío. Estaban alrededor de quince estudiantes, sin contarnos a nosotros que recién habíamos llegado. La mayoría cargaban latas de cervezas en sus manos, disfrutando de la música. Solo unos pocos se encontraban fumando sus cigarros, cerca de la ventana y el balcón. Dos parejas se habían animado a ser el centro de atención, bailando con movimientos lentos y eróticos al ritmo de la melodía. Pero además de eso, un chico se encontraba solo en la pista de baile, moviéndose de manera graciosa y con energía. Era el mismo de aquella ocasión, de la fiesta en la cabaña. Sonreí con alegría mientras él me robaba toda la atención. ¿Por qué hacía eso? ¿Acaso siempre se emborrachaba y lo que yo estaba viendo no era más que simplemente los espectáculos a los que él estaba acostumbrado hacer...? ¿Era quizá porque había bebido demasiado? ¿O puede ser que...?

Suprimí mis pensamientos y procedí a sentarme al lado de Fiorelha, junto a mis amigos, pero una chica se interpuso en mi camino con euforia, lanzándose a mis brazos y sujetándose de mi cuello.

–¡Kikis! –gritó emocionada–. ¡Llegaste! –Me apretó con fuerza. Yo sonreí por el inesperado y escandaloso recibimiento de Damisela. Mis amigos rieron al vernos.

–No te había visto... –dije con sinceridad–. Pues aquí me tienes... Al final, estos desgraciados me trajeron a rastras –Le conté, señalándolos con la mirada. Damisela los observó por unos segundos y rio con alegría.

–¡Todos están aquí! –celebró y se dirigió hacia ellos para saludarlos con la misma energía. Negué con la cabeza y la seguí para sentarme junto a mis amigos. Mientras me recostaba en el enorme sofá donde se encontraban, pude reconocer a dos chicas de entre todos los presentes: Nieve y Pandora. Cómo no hacerlo, si una de ellas me robaba el aliento cada vez que sus penetrantes y deslumbrantes ojos se clavaban en mí.

Y antes de seguir... ¿Ya te has preguntando por la extraña, divertida e incluso puede que hasta ridícula manera con la que todos mis conocidos se llaman? ¿El Duque? ¿Fiorelha? ¿Burro? ¡Por favor! Jajá. Pues no. No son nombres, ni siquiera apodos. Nadie los conoce de esa manera... solo yo.

Dentro de mi cabeza...

Todos ellos tienen sus nombres y apellidos, puede que hasta realmente no luzcan de la manera en como yo los describo. Pero así son para mí... en mi historia.

Mi mundo, mi universo... ¡Mi realidad!

Esa es la manera en como yo los veo...

El Duque. Un gran camarada. No recuerdo cuando comenzó, pero cada vez que lo veo no puedo evitar imaginármelo con su largo cabello bien peinado hacia atrás, cargando siempre su inseparable monóculo en su ojo derecho. Eso sin olvidarme ponerle en toda ocasión atuendos de varios siglos atrás... ¡Qué gracioso!

Fiorelha. Belleza sin igual, el sueño de todo hombre. Mirada que seduce a cualquiera y labios finos que atraen como el imán. Una fiera convertida en mujer, aunque la mayoría del tiempo prevalece la dócil y enjaulada bestia. Ya no sé quién es en realidad, cuál es la verdadera... si su faceta indomable; firme y fuerte ante cualquier situación, o la que se aflige ante cualquier pequeñez...

Creo que ni ella misma lo sabe.

Sr. Liar. Único en su especie. Lo digo en serio... Extrovertido, lunático, imposible que pase desapercibido. Somos como el agua y el aceite, pero por nuestro físico podríamos aparentar sin problemas ser hermanos gemelos. Solo tiene su piel un poco más pálida que la mía y su rostro es más delicado. Y aunque cada segundo que transcurre me provoca una infinita sensación de querer matarlo, mi vida no sería igual sin él...

Damisela... El Lojano... Burro...

Todos ellos. Como dije...

Mi realidad.

–Bueno, por fin han llegado todos –informó El Lojano–. Ahora sí podemos seguir celebrando por el final de estos espantosos exámenes –sonrió con los brazos extendidos.

–¡Wuuu! –Se escuchó una celebración en general.

–¡Ya saca los juguetes! –gritó un joven desde el fondo.

"¿Juguetes?"

El Lojano mostró una sonrisa torcida a más no poder.

–Tranquilo, tranquilo... –respondió con alegría–. La noche aún es virgen... –bromeó–. Pero tienes razón, ya es hora de la verdadera fiesta.

–¿Verdadera fiesta? ¿Juguetes? ¿De qué mierda hablan? –le murmuré al Duque.

–Ya vas a ver... –dijo–. Esta es la razón por la que estamos aquí... –Me mostró una gigantesca sonrisa que incluso hizo erizarme la piel.

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