Capítulo sesenta y tres. [II]

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"Quiero detenerte,
Entregarle todo a la tristeza.
Quiero detenerte,
Rendirme hasta ya no sentirlo."

Battleground - SMKC.

Los pasillos del hotel son casi una completa locura. Las calles tan tranquilas, diferente a Los Ángeles y sus excesos. Ahora voy entendiendo el alojamiento de Izzy... La vida llena de adrenalina, no es igual a una tranquila y silenciosa. La diferencia es abismal.

Aún la recuerdo, a pesar que haya sido anoche cuando la vi. El daño que cause en ella es irremediable, pero aún me queda cosas para ayudarla. No quiero que vuelva a temer. Me he convertido en lo que ella quería de mí... Ahora deseo impedir que siga consumiendo esas sustancias.

Es contradictorio que diga eso, porque soy un consumidor empedernido. No puedo vivir sin ellas, y Kayla hacía difícil de poder hacerlo con tranquilidad, cuando estábamos juntos. Los papeles se emparejaron, somos dos gotas de agua en los gustos de la droga. Vuelos y sueños que son tan calmados y llenos de felicidad.

Tengo la tarjeta donde me indica que se hospedería por unos días. Me paro en frente y respiro profundamente antes de poder hacerlo. Mi mano se dirige hacia el acabado de madera, pero una voz me detiene. —Joven... —me volteo y le correspondo una sonrisa. Es la señora de la limpieza—. La señorita de esa habitación, se ha ido en la mañana.

Frunzo el entrecejo. No lo comprendía del todo. Trato de forzarme a seguir con mis gestos buenos.

—¿En serio?

—Sí...

Me di cuenta, que Kayla me ha dado una indirecta.

Escapaste de una realidad que quiso regresar.

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Cuando coloqué mi mano sobre la suya, sentí una corriente eléctrica recorrer mi cuerpo. Quise sonreír y permanecer ahí, pero no es el momento adecuado. Tiré con suavidad de ella, y la hice colocar al lado mío.

Sus ojos se ven muy brillantes y una sonrisa empieza a brotar de sus labios.

—¿Qué consumes?

Ella suelta una pequeña risilla.

—Oh, no me di cuenta. ¡Lo siento! —Ladee un poco mi cabeza, por tal indiferencia—. Recordé que eres un gran amigo de esto. ¡Es speedball!

¿Cómo sabía sobre eso?

—¿Quién te los da, Kayla?

Toca mi nariz con su dedo, un tanto divertida. Se nota que no está en sus cabales.

—No soy Kayla. ¡Me llamo Anthea! —se aleja un poco de mí. Todo lo toma a broma—. Y eso no importa. Sólo sé que es lo mejor del universo. ¿Quieres un poco?

—No deberías de inyectarte eso... ¡Es muy fuerte!

—¿Vas a querer o no? —responde de mala gana.

Mi fuerza de voluntad se va doblando con cada segundo, hasta que llega un momento que accedo. Ella saca la jeringa, y se lo quito. Lo veo entre mis ojos, y me lo inyecto. Hace unas horas, he perdido la satisfacción de tener algo en el cuerpo, y esto me regresa a mi mundo.

Reímos entre sí, como si hubiéramos escuchado un gran chiste, aunque no hay nadie que lo haya hecho. Sólo silencio entre nosotros, mirando el vacío. Ella entrecierra sus ojos y dejándose ir con el vaivén del aire. No pude evitar, mirarla minuciosamente tratando de guardar esa imagen para siempre. Entonces, un susurro sale de sus labios, cuando coloco uno de mis dedos en su mano.

Dentro de tus ojos. |Axl Rose, Slash|Where stories live. Discover now