Capítulo LVII: La Caída de los Héroes

Start from the beginning
                                    

En ningún momento, Daemon hizo movimientos especialmente grandiosos.

—Los humanos... Desde la primera vez que uno de ellos pisó nuestras tierras, se han sentido con el poder para darnos órdenes e intervenir en nuestras decisiones. Creyéndose más poderosos que nosotros y jactándose de ser los únicos capaces de hacernos Digievolucionar... Es triste que fuerzas débiles, como los Tres Grandes Ángeles, tengan que recurrir a los humanos. Van arrastrándose, sin dignidad, para pedir ayuda a una especie inferior a la nuestra. Y ustedes vienen aquí... pretendiendo aniquilarnos... Son detestables.

—¿Por qué no te ahorras todas esas palabrerías? —Espetó Katsura—. Si eres tan poderoso, enfréntanos como si...

La misma técnica fue usada con ella. Katsura se elevó en los aires y se deshizo en un alarido de dolor cuando la punzada se apoderó de su cuerpo. Cayó a los pies de su mejor amiga, aterrándose al ver que su mano se distorsionaba por un breve instante. A pesar de haberlo notado también, Kira no pudo quedarse en silencio. Era parte de su naturaleza.

—¡Devuélvenos a Miyu, malnacido! ¡Te aniquilaremos como a los otros!

Apenas pudo terminar su sentencia. Un movimiento de la mano de Daemon bastó para que Kira saliera despedida hacia un muro de roca. A pesar de recibir el golpe en la cabeza, ella se levantó y musitó una maldición. La ira de Daemon iba en aumento.

—Voy a corregir todos los errores de los otros Señores Demonio. Todos ustedes aprenderán una lección, ahora que el juego se ha terminado. Ha llegado la hora del juicio final.

Dicho aquello, permaneció quieto mientras la tierra temblaba bajo los pies de sus oponentes. De las grietas que se abrieron, se formaron divisiones que separaron a los humanos de sus compañeros Digimon. Islas flotantes que los mantuvieron sitiados. Acto seguido, Daemon extendió sus manos para dejar a los Digimon suspendidos en el abismo que lo rodeaba. Inmovilizados y sometidos, los Digimon apenas pudieron mirar con impotencia a sus amigos, quienes no tuvieron siquiera un minuto para prepararse. Quedaron sometidos también, sujetos con extrañas membranas de color púrpura que brotaron del suelo árido.

En menos de un minuto, Daemon sometió a sus enemigos y los preparó para la masacre definitiva. Rei se ocultó sólo un poco más, pues no podía darse el lujo de ser descubierto. No todavía. No era el momento.

Daemon fijó su sádica mirada sobre AncientIrismon, guiándose por la forma en que Takuya intentó liberarse de sus ataduras para defenderla. Al instante, Daemon supo que era una excelente opción. Después de todo, si bien debía aniquilar a sus enemigos, tenía que empezar con aquellos que representaban verdaderas amenazas.

—AncientIrismon, serás la primera en ser juzgada.

—¿Juzgada...?

—¡Si te atreves a tocarla, yo...!

Takuya se deshizo en un alarido de dolor cuando las membranas que lo sujetaban esparcieron en su cuerpo una tortura mil veces peor que una agonía sin precedentes. Aunque aquello duró tan sólo unos segundos, bastó para hacer que todos se quedaran con la sangre congelada. Takuya se inclinó hacia adelante, tanto como las membranas lo permitieron, y miró con ira a su enemigo. Daemon no sonrió.

—Ya me han demostrado que no pueden comparar sus fuerzas con las mías. Incluso usando una milésima parte de mi veradero poder, los he derrotado.

—Si dejas que me mueva, te daré una buena lección —sentenció AncientIrismon—. ¿Acaso eres tan cobarde, como para...?

Ella se quedó a mitad de la frase cuando Takuya volvió a soltar ese alarido. Por un segundo, su cuerpo entero se distorsionó. Kira sintió que su corazón se detenía por un instante. Un mínimo movimiento bastó para hacer que la agonía la golpeara también a ella.

Nene de la RebeliónWhere stories live. Discover now