Capítulo XXXI: Sigma

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     La siniestra quietud de las calles fue corrompida cuando el portal luminoso hizo su aparición, creando un sonido inconfundible que levantó más de una alerta. Algunos Digimon pequeños asomaron sus cabezas desde sus escondites, incapaces de acercarse a los recién llegados por temor a que todo pudiese ser contraproducente.

Al apagarse la luz del portal, una vez que todos estuvieron en tierra firme, la paz y el silencio volvieron a reinar. Sin decir una sola palabra, Kira dio un par de pasos al frente y activó el mapa que brotó de su DigiLector.

Ninguna señal apareció en él.

— ¿Qué significa esto? —Preguntó Katsura en voz baja—. No hay enemigos cerca.

—Tampoco hay aliados —señaló Zoe—. No hay vida en este sitio.

—Eso es imposible —intervino Meiko furtivamente—. Sigma no pudo haber desaparecido. Y los Siete Señores Demonio no pueden ser vencidos tan fácilmente, como para que Sigma los haya vencido sin nosotros.

Lelouch no pudo evitar fruncir el entrecejo al escuchar aquello, preguntándose si acaso la ayuda de los protectores de los Siete Reinos había sido verdaderamente tan importante a la hora de vencer a Leviamon, Beelzebumon y Belphemon.

— ¿A dónde vamos, entonces? —exigió saber Shoutmon.

—Si no tenemos idea de dónde están nuestros aliados, no tendremos a dónde ir y cada paso podría ser arriesgado —respondió Lelouch—. Tenemos que asegurarnos de que estamos realmente solos en este lugar.

—No lo estamos —intervino Nunally, tomando la mano de su hermano para llamar su atención—. ¡Miren allí arriba!

Todas las miradas siguieron el dedo que Nunally usó para señalar un punto a algunos metros de distancia, donde pudieron detectar la presencia de una inconfundible cámara de vigilancia que los observaba fijamente. Supieron que estaba encendida gracias a esa luz parpadeante de color rojo que se desprendía de la parte inferior.

— ¿Amigo, o enemigo? —preguntó Yuu en voz baja.

La respuesta no se hizo esperar.

Todos adoptaron actitudes defensivas al escuchar los pasos de un par de criaturas que no tardaron en aparecer frente a sus ojos. Un renacuajo de color azul, y una rana de color verde. Ambos miraron al grupo con timidez y una pizca de temor, de la misma forma en que la cámara se mantenía fija en los intrusos.

Al percatarse de aquellas miradas tan familiares, y dándose cuenta de que Tagiru y Yuu ya estaban preparados para dar la orden y atacar, Mimi exclamó:

— ¡No los ataquen! ¡Ellos no son peligrosos!

A pesar de que aún sostenía a Tanemon en brazos, Mimi corrió hacia el frente del grupo y se colocó en cuclillas frente a los dos Digimon para esbozar esa sonrisa que aún podía transmitir la inocencia de la niñez. Un nudo en su garganta se formó al pronunciar los dos nombres.

—Otamamon... Gekomon... ¡Qué gusto verlos!

— ¡Princesa Mimi!

Sólo al ver que ambos Digimon recibían a la chica con calidez y hospitalidad, el resto de los miembros del grupo pudieron relajarse de nuevo.

Lelouch y sus secuaces, Oggi y Diethard, fueron los únicos que se mantuvieron recelosos.

—Ellos no son peligrosos —insistió Mimi al levantarse de nuevo, colocándose frente a sus dos pequeños amigos para encarar a sus amigos—. Confíen en mí.

Nene de la RebeliónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora