Capítulo XXIV: Una Aparición Inesperada

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     Las pesadas puertas del castillo se abrieron con violencia, dejando pasar a la comitiva de Digimon que escoltaban a los prisioneros maniatados y amordazados. A punta de golpes con el látigo, tres Meramon se encargaron de apresurar a los DigiDestinados. Los enemigos se congregaban alrededor, formando un cerco que mantenía cubiertas las entradas el castillo en un intento de persuadir a los humanos de que no pretendieran intentar tomarlo por la fuerza.

Finalmente, los prisioneros fueron lanzados con fiereza al suelo para ser colocados en hilera al llegar al centro de los jardines. Hecho aquello, un centenar de Digimon preparó sus armas para atacar, asegurándose así de que los prisioneros no actuarían de ninguna manera. Nadie pudo evitar que los Digimon elegidos fuesen capturados en aquella red electrificada que los mantuvo separados de sus amigos humanos.

En los ojos de Nene y Lelouch brillaba con intensidad el Geass, quemando como el fuego del infierno como si el poder en sí mismo hubiese querido actuar a favor de sus portadores.

No fue necesario que nadie quisiese exigir la presencia del líder del ejército enemigo, pues la criatura se hizo presente en ese preciso momento. Luciendo imponente como ningún otro, quizá porque era más que evidente que poseía un cargo de importancia dentro de las filas enemigas, Deltamon se colocó frente a los prisioneros.

Ningún Digimon corrompido por la oscuridad podía soportar las miradas rebosantes de valor de los DigiDestinados. Pasó su mirada sobre cada miembro del grupo, descubriendo así la única razón para que el acceso de ira intentase apoderarse de él.

— ¡Ignitemon! —llamó con violencia.

El aludido hizo acto de presencia, ofreciéndole a Deltamon una inclinación de la cabeza.

—Misión cumplida, señor Deltamon —se regodeó Ignitemon.

La respuesta llegó en la forma de un golpe que consiguió derribarlo.

Con la respiración agitada, Deltamon resopló.

Las pupilas de Nunally se contrajeron al adivinar lo que podía suceder en ese momento.

Estando aún en el suelo, Ignitemon reclamó:

— ¿Q-qué...? ¿Q-qué he hecho mal, señor Deltamon...?

—Aquí faltan dos de esos humanos —respondió el aludido como si aquella respuesta hubiese sido innecesaria—. ¿¡En dónde están!?

—N-no había más humanos con ellos, señor Deltamon.

—No pretendas engañarme, inútil —atacó Deltamon furioso—. Sé bien cuántos humanos estamos buscando. Si ellos están sueltos, son una amenaza para nosotros y para el señor Belphemon. ¡Dime qué has hecho con ellos!

—Señor Deltamon —intervino un Digitamamon separándose un poco del grupo—, tal vez esos humanos ya han sido eliminados.

Digitamamon apenas tuvo tiempo de reaccionar, pues al instante sintió cómo su cuerpo era atravesado por el puño de Deltamon. Los Datos del Digimon cruelmente sacrificado permanecieron suspendidos en el aire.

Al presenciar tal injusticia, los DigiDestinados no pudieron evitar ser invadidos por el instinto justiciero que los obligó a forcejear nuevamente para liberarse. No lo consiguieron en absoluto.

No conforme con ello, Deltamon le propinó a Ignitemon otro golpe contundente.

— ¡Sal ya mismo de aquí! —ordenó la bestia enfurecida—. ¡Ve a buscar a esos humanos, y no vuelvas hasta que los hayas asesinado!

Nene de la RebeliónWhere stories live. Discover now