Capítulo XIII. La enésima reconciliación

Start from the beginning
                                    

Cuando retiré la sábana y descubrí el retrato, sus ojos negros me miraron otra vez, pero no eran ni de lejos los que había visto en el Subsuelo. Cualquier otra persona hubiese interpretado el gesto de su rostro como una mirada de desinterés, con notas de desprecio debido a la curvatura profunda de la comisura de sus labios y la nariz ligeramente arrugada. Pero yo le conocía lo suficiente para ver en ese gesto una media sonrisa, una expresión plácida de aquellos días de sincera, límpida, sencilla amistad.

Aunque lo conociese frío y distante, ahora que lo volvía a mirar en el cuadro me parecía mucho más amable. Me vino a la memoria el recuerdo de aquellos días en el taller, nosotros dos solos. Después de tanto tiempo insistiéndole al final conseguí que me dejara pintarlo. Pero lo rehuí, lo excluí de mi mente y cerré la puerta.

Levanté el cuchillo. Y me despedí de Darek para siempre. Y de lo que había significado para mí.

Al día siguiente, David me sorprendió con su visita. No puedo decir que no me alegrara de verle, aunque seguía conservando cierto resentimiento y recelo.

—¿Podemos hablar? —preguntó con tono moderado.

Lo invité a pasar sin mucho esfuerzo, ya estaba cansado de pelearme con el mundo. Aquel día habría dejado pasar incluso a Hugh si se hubiese levantado de su tumba y hubiese querido hacer las paces conmigo.

David se quedó observando todo a su alrededor, asintiendo con sutileza y una mirada de aprobación. Nos sentamos en la cocina con la confianza de dos viejos amigos y me encendí un cigarro mientras lo invitaba a un té caliente. No se andó por las ramas.

—Mik, siento lo de la otra noche. Sé que es un tema delicado para ti. No tenía derecho.

—No pasa nada.

—Entiendo que no quieras hablar con él, no tienes por qué hacerlo. Solo espero que podamos empezar de cero.

—Ya lo he hecho.

Por su expresión —los ojos bien abiertos, las palabras a medio decir—, supe que le había pillado por sorpresa.

—¿Y cómo ha ido?

—Bien —dije y me encogí de hombros.

—¿Qué te ha dicho?

—Que quiere verme sufrir y que no va a decir nada. Habrá perdido su alma, pero sigue siendo tan encantador como siempre.

—Vaya. —David apartó la mirada para pensar. Posé mis ojos sobre él durante la espera.

—¿Qué vas a hacer ahora?

Negó con la cabeza y apretó los labios.

—No tengo ni idea. Pediré que se convoque un consejo, lo mejor sería que acabáramos con los vacum antes de que intenten algo contra nosotros, pero sé que no me van a escuchar.

Por algún motivo, aquella posibilidad me produjo un retortijón. Perder a lo que quedaba de Darek significaba muchas cosas malas, como, por ejemplo, no llegar a saber nunca qué era lo que trataba de recordar y me impedía dormir con tranquilidad.

—No, no creo que sea una buena idea.

David me miró con atención, desconcertado. Arrugó las cejas y ladeó la cabeza.

—No me digas que tú también crees que deberíamos conservarlos.

—Relájate. Creo que puedo sacarle información. Mientras el cuerpo de Darek siga existiendo, tenemos una oportunidad.

David volvió a su posición —pecho fuera, cabeza alta— y cogió su taza de té, sin llegar a beber, solo para seguir sintiendo que todavía tenía el control sobre algo.

HumoWhere stories live. Discover now