Capítulo LIII: La Caída de Lucemon

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En el Campo del Infierno, Datamon tragó saliva y comenzó a teclear velozmente en el gran ordenador. Tenía que encontrar una solución, antes de que la próxima cabeza en rodar fuese la suya.

Lucemon se elevó majestuosamente en los aires. Hizo todo lo posible para mantener su elegancia, a pesar de que deseaba dejar salir su lado más bestial con tal de demostrarle a Rosemon y al recién llegado que de ninguna forma se dejaría vencer. Rosemon no dejó que más tiempo pasara. Tras asegurarse de que Mimi se encontraría a salvo, disparó una lluvia de espinas que acribilló al ángel que se cubrió con ambos brazos. Él voló hacia la sensual guerrera para asestar una ráfaga de puñetazos que ella no pudo bloquear, pero que tampoco le hicieron caer. Intentó hacer que Lucemon entrara en un sueño profundo con una lluvia de pétalos, sin contar con que tendría que esquivar las esferas de luz y oscuridad con las que el ángel pretendía darle un rápido final a la batalla.

El poder de Rosemon era indiscutible. Inferior al de un Señor Demonio, y aún así era capaz de dar un espectáculo impresionante. Después de todo, cualquier Digimon elegido podía potenciar sus habilidades con ayuda del intenso brillo sagrado de los dispositivos que portaban sus amigos humanos.

En el balcón donde algunos de sus amigos esperaban, Lelouch y Nene avanzaron en tropel hacia la baranda para observar con mejor detenimiento al enmascarado que parecía proteger también a Mimi.

—Creo que estoy viendo doble... —se quejó Nene—. Lelouch, ¿qué está pasando?

El muchacho no pudo responder. Sólo miró a sus dos viejas amigas, quienes sonrieron radiantemente y caminaron también hacia él. Airu y Yuu cerraron el círculo, mientras Tswarmon se unía a la contienda para darle una mano a Rosemon, quien parecía no necesitar ayuda. Al menos, no por el momento.

—Milly, ¿cómo llegaron aquí? —Exigió saber Zero—. Creí que ustedes estaban en el Campo del Infierno.

—Y que tendríamos que recorrer los Siete Reinos para reunirnos con ustedes —concluyó Nene.

—Es una larga historia —respondió Milly—. Hemos dejado a Yoshi a cargo, para venir a buscarlos. Alguien nos contactó. Nos ha enviado ayuda para movernos entre los Siete Reinos y poder encontrarlos.

Lulu, no tienes idea del poder que tiene nuestro compañero —se unió Shirley—. Lo hemos visto... No lo sé. ¿Desactivar? Sí, creo que eso era... Dejó a cinco de esos... monstruos totalmente aniquilados. Fue como si... algo se hubiese apagado dentro de ellos.

—¿Quién era él? —dijo Nene.

—Un enviado de una especie de deidad —dijo Milly—. No debe tardar en llegar. Dijo que tenía que entregarle algo a un amigo suyo, dentro de otra de las esferas que conforman a esta bestia, y que luego se reuniría con nosotros.

Nene y Lelouch intercambiaron miradas, para mirar después a la persona que seguía manteniéndose enmascarada. Silenciosa. De una forma tan inconfundible, que sólo podía ser asociada con cabello verde y ojos amarillos.

Pero si CC estaba ahí, ¿por qué Suzaku no estaba a cargo del equipo en el Campo del Infierno? ¿Acaso sus teorías eran ciertas?

Eri no perdió un segundo más. Tras terminar la ronda de presentaciones y asegurarse de que Dokamon hubiese conocido también a sus nuevos compañeros, cerró la entrada al AR Field que la transportó hacia el imperio. Acto seguido, caminó hacia Lloyd.

—El portal que usted ha estado usando para llevar a nuestros otros compañeros a ese mundo es un peligro para ustedes —dijo—. Minerva me ha pedido que se lo diga. Si siguen intentando abrir la puerta que conecta nuestros mundos, las fuerzas del mal que hay en cada uno podrán cruzar también.

Nene de la RebeliónWhere stories live. Discover now