No tardo demasiado en ir y volver, porque es sólo la tienda ubicada en la esquina de nuestra calle: un pequeño local atentido por nuestros propios vecinos de en frente. En realidad, lo que más pereza me ha dado es haber tenido que tomar la ducha y salir de mi pijama para ir por la tonta manteca, y no tanto caminar esos doscientos metros para llegar a la tienda.

Estoy tan agotado que mi cuerpo pareciera estar rebelándose en mi contra, adquiriendo mis pies más peso al caminar por la acera y sintiendo mi estómago lleno, aunque no haya nada de comida en él. Tengo la boca seca, al igual que los labios y las comisuras de los ojos, que siguen sintiéndose como grandes esponjas.

Recuerdo aquel día en que Keyra me habló sobre el jetlag, parece como si hubiera pasado una eternidad desde aquel día, y creo que su descripción calza perfectamente con como me siento ahora mismo. Estoy consciente de que no he tenido ningún viaje de muchas horas, pero juro que me siento así, tal cual.

Cuando vuelvo a casa, mamá ya ha puesto todo sobre la mesa de diario y me espera revolviendo con impaciencia su café.

—Te ves muy cansado, hijo. ¿tuviste suficiente espacio para dormir por la noche? —pregunta, aludiendo a lo mucho que ella se mueve cuando duerme. Sin embargo no me ha molestado. Para nada.

—No, dormí bien —aseguro, y luego agrego: —Es sólo el jetlag. —Pero sólo me doy cuenta despues de decirlo, que suena muy estúpido fuera de mi mente.

—¿Jetlag? —se burla, aún sonando dulce— Creí que era mi otro hijo el que estaba de viaje en este momento.

—Bueno, mi cuerpo se siente como cortado y seco—explico, dándole una sonrisa-fantasma-avergonzada.

—Es todo el aunto sobre la hermosa Keyra, ¿no es así?—pregunta. El sonido de su tenedor al chocar con la porcelana del plato me estremece y se mezcla con la cálida sensación de oírle llamar hermosa a mi novia.

—Sí—digo—, supongo que sí. —Quiero suspirar, pero con seguridad repetiré ese gesto un millón de veces a lo largo de todo el día, estoy nervioso por su operación mañana, así que me lo guardo. —Van a operarla mañana, aunque no entiendo muy bien de qué va esa operación. Sería genial que sólo le extirparan el cáncer de una vez, ¿no?

Mamá hace un gesto de risa pequeña y silenciosa, baja la mirada a su plato, que contiene un cuarto menos de crepe ahora. Miro al mío y está intacto.

—Sería genial, hijo. Pero estoy segura de que todo va a resultar bien, sólo tienes que-

—Confiar—interrumpo. Ella me mira y sé que está orgullosa de mi respuesta. —Ella no va a sufrir, ¿correcto?

Frunce los labios y respira profundo. No va a negarlo, sé que no va a negarlo. —Lo importante no es si sufre o no, si duele o no. Lo impotante es que ella tome este dolor como algo que luego la hará más fuerte, también a tí, Nialler. Si vas a acompañarla durante su tratamiento tendrás que ser constante, no esperes que sea fácil, pero tampoco imagines el peor de los sufrimientos porque eso sólo te perjudicaría.

Asiento.

—Escucha, cariño. —Estira su mano por encima de la mesa para cubrir mis nudillos y acariciar la primera falange de todos mis dedos juntos. —Lo importante aquí es que tu parte de la tarea sea apoyarla y estar junto a ella siempre. No cuando quieras, no cuando creas que es necesario. Siempre—enfatiza— será necesario, para Keyra jamás sobrará el apoyo de nadie, siempre será bienvenido. Entonces tú tienes que pensar si realmente la quieres tanto como para involucrarte en esto.

¡Claro que la quiero! Abro la boca para defenderme, pero ella no ha terminado aún.

—Suena crudo, pero lo que quiero decir aquí es que si no te sientes seguro de poder con ella y el cáncer, entonces deberías dar un paso al lado. ¿Por qué? Pues porque ella ahora tendrá demasiadas cosas en las que preocuparse como para lidiar con un novio que de pronto se dió cuenta de que no la quiere taaaaanto como creyó, o con un novio que no puede con todo, ¿entiendes?

Tiene razón. Keyra no necesita de alguien que la deje a mitad de camino, pero no puedo pensar en otra cosa que no sea estar a su lado ahora. Ahora y siempre, en realidad. Apenas sobreviví a una noche creyendo que ella se iría de Inglaterra, entonces creo que la mínima posibilidad de dejarla ahora sería la cosa más estúpida en el mundo. Eso jamás sucedería, es tan simple como eso.

Frunzo mis labios y asiento con la cabeza. Me hundo en mi imaginación mientras el sonido de nuestros cubiertos sobre la porcelana nos acompaña, visualizando toda clase de escenarios en los que Keyra podría estar sufriendo, aunque jamás en toda mi vida haya visto u oído cómo es la vida de una persona enferma de cáncer. Incluso inventar imágenes en mi cabeza de cómo será se hace difícil de cargar con mis emociones, por lo que, bueno, no tengo otra opción que sobrevivir al proceso cuando esté sucediendo.

—Todo va a estar bien, hijo. Yo estaré aquí para tí todo el tiempo—dice regalándome una cálida sonrisa.

—Te amo, mamá. Gracias.

Su sonrisa se expande al oírme decir eso. Admito que pocas veces lo hago, pero mamá sabe que la amo, supongo que lo demuestro con cosas pequeñas, del tipo que Keyra reconocería al instante.

Mamá se levanta de su asiento recogiendo su plato. Se inclina por sobre el círculo de cristal que es la mesa y besa mi frente al mismo tiempo que su mano de desliza por el costado de mi mejilla.

—Ahora cómete eso—me ordena apuntando con fuerza a mis crepes partidos en pequeños triángulos.

—Lo sé—me quejo cuando ella camina hacia el fregadero.

Me paso toda la mañana tratando de perder el tiempo con actividades que deberían distraerme de pensamientos asesinos como imaginar el rostro débil de Keyra, o su cuerpo dormido descansando sobre una camilla de hospital. Veo el fútbol en la tele, invento nuevas combinaciones de acordes en mi guitarra, pero nada me distrae por más de diez minutos.

Greg me dijo en una ocasión que el tiempo máximo de concentración de una persona es la cantidad de minutos que coincide con el número de su edad, pero yo claramente no tengo diez años, por lo que me encuentro odiándolo por mentirme, cuando en realidad soy yo quien no hace más que hallar el camino directo al fatalismo en vez de buscar más cosas que me hagan dejar de pensar. Al menos me he mantenido lejos de mi habitación, donde probablemente sigue flotando en el aire la sensación de angustia que dejé anoche junto con mis sábanas arrugadas y las cortinas cerradas.

Por la tarde mamá me grita con voz cantarina desde el recibidor. —¡Mira quién está aquí!

Keyra en las nubes (fanfic n.h)Место, где живут истории. Откройте их для себя