Unidos

1.8K 172 27
                                    

Subí a su auto y el colocó la maleta en la cajuela, comenzó a conducir y me quedé en silencio.

- ¿Me dirás para qué es la maleta?

- No, no necesita saberlo. - Acomodé mi codo, y comencé a mirar por la ventana.

- Muy bien. - Frenó a raya, y entonces comenzó a dar la vuelta.

- Andy, Andy ¿Qué haces? - Me removí en el asiento.

- Haré que digas la verdad de una vez por todas.

- Andy déjame salir. - No respondió. - Andy, estoy hablando contigo. - La era del hielo le hubiera quedado corta contra la frialdad absoluto que adoptó este hombre.

¿Qué iba a hacer? ¿Secuestrarme? Esperen... Oh oh. Comienzo a preocuparme... Ok, tranquila, me estoy haciendo una idea equivocada, yo sola...

Entramos al bosque en el Norte de la ciudad, lugar donde podían robarte las medias sin sacarte los zapatos de noche, y es de noche, y estamos aquí, si salimos con vida, juro que voy a asesinarlo.

Se detuvo en medio de un claro que a decir verdad era demasiado estrecho.

- ¿Me dirás para que es la maleta? ¿Vas a hablar?

- Ya te dije que no.

- Ok. - Bajó del auto, y lo rodeó, abrió mi puerta y se agachó a mi altura.

- Última oportunidad, ¿Hablarás? 

- Que no, ¿No entiendes? - Entonces me cargo, me puso sobre su hombro, y comencé a patalear y gritar. - ¡Andy bájame, suéltame ahora!

- Atraerás criminales si sigues gritando. - Me callé al instante, maldito idiota, no podía estarme haciendo eso.

Abrió la puerta de los asiento de atrás y me metió de vuelta en el auto, se metió él y cerró la puerta con seguro, me di cuenta de eso, cuando intenté bajar por la otra pero no se abrió.

- Haré que digas la verdad entonces. - Tomó mi cintura y me jaló hasta quedar a horcajadas sobre él.

- ¿Qué verdad? 

- Primero. - Acarició mi mejilla y luego sus dos manos se posicionaron detrás de mis orejas, brindándome agradables caricias. - Que me amas.

- No te amo.

- Mientes.

- Andy.

- Y segundo... ¿Para qué es la maleta?

Me dio un beso, uno pequeño y fugaz que sentí tan profundo y deseé que lo repitiera, y lo hizo, sólo que esta vez, no paró, no le importan mis empujones que obviamente son en vano, pero a mi también dejó de importarme. Cuando introdujo su lengua en mi boca, mi consciencia se volvió nula, tal vez él me la había robado.

Sus manos parecían desesperadas, y cuando sus manos encontraron las mías, entrelazó los dedos con los suyos, llevó mis manos a mis espaldas y las sostuvo allí con una de las suyas, se separó de mis labios, y los suyos... Por Dios, los suyos... Habían adquirido un color tan deseable, como el de las fresas maduras, tan rosados y deliciosos, su mano libre fue a mi nuca, a la que acarició con toda la delicadeza y cordura que pudo, causándome una sensación incomparable...

Besó la comisura de mis labios, mi barbilla, mi cuello, mis clavículas, esta acción suyo me volvía loca, quiero sus labios sobre los míos, nada más. Entonces sentí su mano fría tocando la piel de mi cintura, por debajo de la camisa que traía puesta.

- Estás helado... - Jadeé por lo bajo.

- Caliéntame, caliéntame con tu amor... - Besó entonces mi clavícula de nuevo y junto su cabeza a mi pecho. - Mi amor... Tu corazón va desbocado...

Señorita Inocencia [Andy Biersack y tu] (EDITANDO).Where stories live. Discover now